jueves, 28 de marzo de 2013

45. We have to deal with life.


10 de julio de 2011, Nueva York, Estados Unidos.

Fruncí el ceño juntando las piezas del rompecabezas y, a su vez, tratando de no hacerlo. El aire en mis pulmones ahora era nulo, el temblor de mis manos más intenso y las lágrimas en mis mejillas más recurrentes.
- Debe ser una jodida broma. - Murmure todavía sin querer aceptar ese último pedazo de información.
- Jamás bromearía con algo de tal índole.
- Espera... - Le lance una mirada inquisitiva. - ¿Cómo sabes que yo salí con él? - Hice una leve pausa esperando que el respondiera pero antes de que lo hiciera, le cuestione más cosas. - Es más ¿Cómo demonios sabías que estaba aquí en Nueva York? ¿Cómo supiste en que hotel me hospedaba? Aún más importante ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué...
- Deja de utilizar ese mecanismo de defensa para evitar el tema.
- Lo mismo te puedo decir a ti. - Me cruce de brazos después de que me deshice de las fastidiosas lágrimas que adornaban mis mejillas.
- Verás, jamás te perdí la pista, jamás. - Remarco con solemne intensidad. - Supe que estabas aquí pues... Uhhhh... He tenido tu celular rastreado. - Sus mejillas se colorearon de un rosa "lamento-haber-hecho-eso" mientras que le preguntaba con la mirada de qué demonios hablaba. - Rastree tu iPod cuando te fuiste, supe que te lo robaron pero por suerte lo conectaste a tu computadora nueva y pude hacer unas cuantas... Uhhhh... - Gesticulaba con sus manos, un ya antiguo tic que usaba cada que no podía encontrar una palabra o una forma de explicar ciertas cosas. - El punto es que después de que conectaste tu iPod a tu computadora mantuve rastreado cada objeto que conectabas ahí: memorias, cámaras y...
- Mi celular. - Concluí. - Como un maldito acosador. - Solté con una sonrisa falsa.
- Me gusta más ser llamado como alguien preocupado por la seguridad de su hermana menor. - Le lance un cojín que logró esquivar fácilmente, estúpido Leonardo y sus estúpidos reflejos desarrollados.
- ¿Podías escuchar mis llamadas? - Pregunte cayendo en cuenta de las connotaciones implícitas de gadgets rastrados.
- Pude hacerlo pero, no, jamás escuche una llamada que entrara o saliera de tu celular.
- ¿Archivos de mi computadora?
- Zoé, lo que sé de tu trabajo actual y de tus relaciones personales es gracias a mis conclusiones de los lugares que has visitado y de los artículos en revistas y blogs, un poco de la televisión pero jamás directamente de tus aparatos o cosas así. Sería como espiarte.
- ¿Y no es lo que haces? - Le enarque una ceja y sólo recibí una expresión ofendida.
- Oh, por dios. No.
- ¿Entonces?
- Sólo te mantenía ubicada, sólo eso. - Fruncí mis labios y entrecerré mis ojos. - Lo juro. - Le creí por esas tres palabras, el jamás juraría a menos que enserio fuera necesario.
- Te creeré. - Me hundí de hombros y relaje tanto mi semblante como mi rígida postura.
- No te queda de otra.
- No, creo que no. - Nos quedamos en silencio, o más bien, yo me quede en silencio y el esperaba más preguntas. - Así que... - Mi voz tembló. - Dylan Gibson es nieto e hijo de un par de mafiosos. - Note por la esquina de mi ojo como Leonardo asentía. - De alguna forma tuvieron que enterarse de tales "movimientos" dentro del ejército de Estados Unidos ¿Cómo?
- La mafia tiene contactos en todos lados. - Se hundió de hombros. - Ellos no fueron la excepción.
- ¿Alguien dentro del gobierno les informo?
- Sip, esos son los temibles infiltrados pero ellos sólo informaron que habían nuevos activos: Yo y mi padre, y que se planeaba algo grande con nosotros.
- Entonces ¿Cómo supieron de los programas?
- El propio Ryan Smith le dijo a Maxwell Gibson. - Mi rostro tuvo que ser tan estupefacto que hizo que Leonardo soltará una risa. - Sip, Maxwell manejo infiltrarse y llegar hasta nuestro padre con una identificación falsa. Logro sacarle la información al decirle que él era un superior y necesitaba estar informado de todos nuestros movimientos entonces Papá le enviaba reportes semanales de nuestro avance hasta que por fin estuvieron terminadas ambas cosas y Maxwell decidió que era el momento de actuar.
- ¿Cómo?
- Una sola palabra. - Ahora Leonardo mantenía el marcador en el aire totalmente vertical representando un uno. - Amenazas.
- ¿Qué clase de amenazas?
- De muerte.
- ¿A quiénes? - No me hizo falta una respuesta, la mirada en los ojos era todo lo que necesitaba: Amenaza de asesinarnos a todos nosotros.
Tragué fuertemente y Leonardo sólo asintió. Entonces, la rabia y tristeza me golpearon fuertemente; Leonardo tuvo que experimentar todo eso, cada momento de angustia interminable, de ansiedad por esperar a que me despidiera de mis amigos y de que me subiera a su auto después de la escuela para llegar a casa y cerciorarse de que Charlie y Mamá estuvieran bien.
- Oh, Leo. - Murmuré para después ponerme de pie y envolver mis brazos a su alrededor, algo que lo tomo por sorpresa. Lo abrace lo más fuerte que pude y él hizo lo mismo, entonces escondió su rostro en mi cabello y comenzó a llorar desconsoladamente. Pocas veces había visto llorar a Leonardo, era extraño que él lo hiciera pero esta ocasión fue diferente. El sonido que proferían sus sollozos y quejidos era un sonido desgarrador y que fácilmente rompió mi corazón, él había vivido aquel infierno, literal, en que nuestras vidas se habían convertido; nosotras en la ignorancia, él en la constante preocupación de saber si amanecería con vida, de sí alguno de nosotros lo haría.
Me aferre más a sus hombros y acaricie su cabello permitiendo que dejara caer un poco de sus problemas en mí, un poco de su tristeza oculta, de su anhelo constante, de su interminable ansiedad y de sus demonios personales. Sentí, en ese momento, el dolor que él sentía y me uní a su llanto pero en un nivel más ahogado pues no quería tener que lidiar con sus "lo siento, perdí el control" o "no era mi intención" pues sabía que diría eso si notaba mis lágrimas.
Quince minutos enteros pasaron pero pudieron haber sido sólo segundos. Quince minutos llenos de los sollozos y llantos de Leonardo. Quince minutos en los que me pude sentir realmente conectada con este ente de mi misma sangre. Quince minutos en los que pude darme cuenta de que él jamás deseo que nada de esto pasará y de que se sentía culpable por todo esto, que se odiaba a sí mismo.
Tome su rostro entre mis manos cuando me asegure de que su llanto había disminuido lo suficiente como para dejarme decirle algo.
- Leonardo, escucha. - Sus ojos tan verdes y tan familiares se plantaron en los míos dejándome ver más allá del Leonardo fuerte que toda mi vida había conocido. - Nada de esto fue tu culpa ¿Entiendes? Nada. No fue culpa de nadie, ni de papá ni de mamá ni tuya ni mía y mucho menos de Charlie.
- Pero...
- No, Leo, no fue tu culpa y debes dejar de tenerte tanto odio. - Una sola lágrima se resbalo por mi mejilla. - No. Fue. Tú. Culpa ¿Entendido? - Note que quería decir algo pero mi mirada lo detuvo. - ¿Entendido? - Asintió resignado. - Bien. - Con la manga de mi suéter limpie los restos de llanto de sus mejillas, podía jurar que en estos momentos Leonardo no era más que un niño perdido, pequeño y abandonado a su suerte. - ¿Por qué no me dijiste que estabas vivo, Leo? - Pregunte un tanto frustrada. - Pudimos haber afrontado esto juntos.
- Hubiera sido más peligroso para ti.
- ¿Qué fue exactamente lo que paso ese día? - Leo había recobrado su compostura pero ahora podía notar en su semblante que estaba más decidido a contarme todo. Tomo mis manos de sus mejillas dejándolas entre la suyas, ambos nos negábamos a soltarnos: yo por miedo a que Leo desapareciera repentinamente, él por qué necesitaba sostén y apoyo para seguir hablando.
- Maxwell había sido mucho más insistente con papá, él ya había descubierto quien era realmente Maxwell, en que estaba metido y el temor fue algo habitual en él. - Tragó y después dirigió su vista a nuestras manos, intentaba encontrar las memorias en aquel espacio. - Yo le dije más de una vez que teníamos reportar esto al Gobierno pero él se negó diciendo que de alguna forma Maxwell haría que nos conectaran con él como sus cómplices y terminaríamos en la cárcel. Papá sabía mucho de la forma en que las personas pensaban, podía leer fácilmente las fachadas y más allá de las mismas. - Me aclaró eso último como si no me hubiera dado cuenta antes pero se equivocaba, había perfilado varias veces a Evan con sólo lo que le platicaba y el día que lo conoció me dijo que sus predicciones eran ciertas. - Y aun así, a pesar de que Maxwell y Dylan amenazaron más de cinco veces a papá, él se negó a entregarles las bases y el programa.
- Espera un segundo. Si ya habías terminado ¿No se supone que el gobierno ya los tendría?
- Si, pero papá decidió guardar una copia.
- ¿Por qué?
- No tengo ni la menor idea, sólo sé que Maxwell sabía esto.
- ¿Y Dylan? Dijiste que él y Maxwell amenazaron a papá.
- Bueno, las primeras veces fueron amenazas sólo escritas y por teléfono aunque, eventualmente, se cansaron de ser tan pasivos y Dylan se encargó del trabajo sucio.
- ¿Qué trabajo sucio?
- ¿Recuerdas el día que papá llego con un corte sobre la ceja y un brazo fracturado? - Asentí alejando inmediatamente la imagen de mi padre totalmente lastimado. - Bueno, no fue una caída por las escaleras lo que provoco tales heridas.
- ¿Fue Dylan? - Sonó más a una afirmación que a una pregunta. - Él trato de violarme una vez. - Murmure reviviendo el horrible recuerdo.
- Lo sé. - Sus manos se ciñeron más alrededor de las mías. No quise tocar el tema y regrese al anterior.
- ¿El incendio?
- Ese fue el plan final de los Gibson: asesinarnos a todos.
- ¿Cómo sobreviviste?
- Por qué mi padre supo que los Gibson planeaban algo. Ese día, el de tu cumpleaños, él había decidió que yo te llevaría a Londres a un viaje muy largo como regalo de cumpleaños así que empacamos casi todas tus cosas en mi auto y las mías mientras estabas en la escuela.
- Por eso, ese día me recogió papá y no tú. - Asintió. - ¿Qué paso después?
- Te marchaste por la cajetilla de cigarros y fue cuando papá y yo salimos a donde estaba mi auto a hacer los últimos preparativos, mamá estaba en la cocina con Evan y Charlie estaba dormida en su habitación, entonces creímos que todo estaría bien y decidimos salir al auto cuando, de repente, se escucharon dos explosiones dentro de la casa tan grandes que rompieron todos los cristales, después le siguió una llamarada enorme que envolvió el lugar en cuestión de segundos. Papá observo la casa horrorizado al igual que yo, no sabíamos que hacer. - Se detuvo repentinamente y cerró sus ojos, lo alenté a continuar con una leve caricia en su mano. - Papá volteo a verme con una mirada llena de dolor. "Salvense" fue lo último que me dijo antes de entrar a la casa para ver si podía salvar a alguien pero fue demasiado tarde, la primera explosión fue en la cocina quemando al instante a mamá y Evan, la segunda fue en el cuarto de Charlie, en su cuna. Habían colocado unas bombas ese mismo día cuando no había nadie en casa. - Ahora las lágrimas eran imparables y me era imposible ahogar mis sollozos, mi corazón se apretujo pero lleno de dolor. - Los vecinos se empezaron a juntar alrededor de la casa y por suerte ninguno se había percatado de mi presencia. Entonces, llegaste. Tu semblante estaba horrorizado pero sólo lo mostraste por cinco segundos. - Leonardo fijó su vista en mí y estaba llena de tantas emociones, emociones que justo se estaban reflejando en la mía. - Y después te quedaste por completo en blanco. Fue cuando decidí que estarías mejor sin mí, ellos te cuidarían y yo podría huir. Pensaba, planeaba no volver jamás a tu vida, evitar que toda esta mierda te envolviera pero en el vuelo de camino aquí, note en mi bolsillo el Zippo que papá te había regalado. Sabía que era una señal. Entonces, en ese mismo vuelo, decidí que esperaría el tiempo suficiente para que estuvieras completamente estable para contarte todo esto.
- ¿Cuánto tiempo era el suficiente?
- Tres o cuatro años. - Fruncí mi ceño.
- ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
- Una foto tuya con Dylan Gibson tomados de la mano.
- ¿Dónde apareció eso?
- En un blog. - No quise meterme en esos detalles que no importaban. Sentía que me faltaba saber algo.
- Dylan ¿Él sabía quién era yo?
- No, ni el ni Maxwell sabían como era tu rostro o el de mamá o el de Charlie, sólo sabían sus nombres.
- Entonces ¿Cómo me encontró?
- Sabía que la hija de Ryan había sido enviada a alguna parte de Inglaterra, estuvo a punto de saber que estabas en Londres pero logre desviarlo a Newcastle por unos cuantos meses.
- ¿Tú lo desviaste?
- Zoé, no sólo soy programador, aprendí a hackear  por diversas formas y logre hackear la computadora que él manejaba lo que me hizo fácil mantenerlo alejado de ti hasta que descubrió la treta y se deshizo de su computadora dándome un nulo acceso a cualquier cosa que él hiciera. De lo último de lo que me entere fue que estaba en una banda y se habían movido a Londres lo que me dio a entender de qué se había rendido.
- Él estaba en el mismo estudio en el que unos amigos estaban el mismo día que yo me aparecí por ahí ¿Pudo saber algo acerca de mi relación con ellos?
- ¿Con McFly? No lo creo. Puedo asegurar que ese realmente fue un encuentro casual hasta que le dijiste tu nombre y realizo algo de investigación, el creía que tu podrías tener el programa y la base de datos por eso decidió seguir con ese encuentro a algo que le diera un poco más de derecho sobre ti y tus objetos.
- Por eso era tan extraño y posesivo.
- Sip.
- ¿Lograste rastrearlo de nuevo?
- Por desdicha suya, fortuna nuestra: sí. - Se soltó de nuestro agarre pero no sin antes darme un leve apretujón. Se movió de su asiento y tomo la laptop, ahora suspendida, que estaba sobre la misma mesa donde estaban mi ahora terminado café y mis cigarrillos. La encendió e introdujo una clave para que después la pantalla muestre un mapa. Tomo asiento en el mismo lugar y giro la laptop para que pudiera verla. - Sólo sé que se movió de Londres a algún lugar Francia y lleva ahí más o menos una semana.
- ¿Francia? ¿Qué hay ahí?
- La base principal de su organización y su padre.
- Creí que eran británicos.
- No, son norteamericanos.
- Con razón el acento de Dylan era demasiado falso. - Divague unos segundos pero regrese al tema. - ¿Qué hacen en Francia?
- Creo que uno de sus trabajadores, por así llamarlos, logro conseguir una ubicación en Francia que no puede ser localizado por los satélites.
- ¿Cómo lo encontraste tú?
- Dije que estaba en algún lugar, pero jamás di una ubicación específica. - Señalo la parte en la que se mostraba Francia y note que todo el país estaba coloreado de un mismo color rojo.
- ¿Crees que planeen alguna otra cosa? - Levante mi vista de la pantalla hacia él con la preocupación inundando mi semblante.
- Siendo mafiosos, sí. Por eso a partir de ahora debes de ser mucho más cuidadosa con todo lo que haces y lugares a los que vas.
- Créeme, ya caí en cuenta de eso ¿Hay algo más que necesite saber? - Leonardo se quedó callado por unos minutos, aparentemente estaba repasando cada pedazo de información dicha en este tiempo, después negó con la cabeza.
- No, creo que es todo.
- Bueno, puedo concluir que... Estamos envueltos en un montón de mierda.
- Tenemos la misma conclusión.
- Espera... ¿Qué paso con la copia de los programas? ¿Se perdió en el incendio?
- Por desgracia: no. Mantengo la copia bien guardada.
- ¿En dónde?
- Zoé, ya estás muy comprometida con toda esta información, saber la ubicación de la copia sólo te traería más problemas. - Le puse los ojos en blanco pero sabía que no soltaría nada más.
- Y ahora ¿Cuáles son tus planes, Leo?
- No sé. - Se hundió de hombros. - Planeaba mudarme a Londres.
- Esa es una buena idea, pero Sam también se mudará y no podrás quedarte en mi apartamento pero podemos buscar otro.
- ¿Cuándo regresarás del tour?
- El veintiocho de este mes, sólo faltan unas cuantas fechas aquí, dos en Australia y dos en Tokyo.
- Intentare agendar un vuelo que llegue el treinta en la tarde.
- Pasaré por ti al aeropuerto y de ahí te llevaré al hotel, el día siguiente iremos a ver algunos departamentos.
- Pensándolo bien ¿Estas segura? - La duda invadió su rostro y estuve a punto de lanzarle otro cojín de no saber que fácilmente podría esquivarlo.
- Leonardo, viví un año entero creyendo que estabas muerto y que me había quedado sin familia, nada me gustaría más que tener a mi hermano viviendo en el mismo país en el que yo estoy viviendo.
- A pesar de todo, te noto muy tranquila.
- Creo que no lo he asimilado, te puedo asegurar que llegando al hotel caeré en pedazos.
- Lo lamento. - El tono de su voz era realmente sincero.
- No te tienes que disculpar, Leonardo. - Me hundí de hombros cuando volteo a verme. - Eventualmente estaré bien, a parte, me tenía que enterar de todo esto.
- ¿Desde cuando eres tan fuerte?
- No tengo idea. - Murmure con la vista perdida en la ventana.
- Creo que desde que te enamoraste de verdad.
- Bueno, no hay nada peor que un corazón roto. - Nos quedamos en silencio
- ¿Y bien? - Note la ansiedad de Leonardo de sacarme información que yo no tenía idea de que quería saber.
- ¿Qué?
- Tú y Dougie Poynter ¿Me puedes explicar la razón de tanto drama entre ustedes? - Mis mejillas se ruborizaron completamente.
- ¡Leonardo! ¡Dijiste que no me espiabas!
- ¡No lo hago! - Lo fulmine con la mirada. - No es mi culpa que tú y tu noviecito salgan a cada rato en revistas o en blogs.
- Entonces si no me espías ¿Cómo demonios sabes que ya somos novios?
- ¿Ya lo son? - Su rostro estaba lleno de un asombro genuino que me dejo desconcertada, él no sabía eso.
- Ugh. - Fue lo único que dije antes de enterrar mi rostro en el respaldo del sofá donde me encontraba. Mi celular vibro en mi bolso haciendo que cambiará de posición para buscarlo. - Hablando del rey de Roma. - Murmuré antes de intentar leer el mensaje que Dougie me había enviado pero la hora llamo más mi atención. - ¿¡Ya son las cuatro!? - Pregunte horrorizada. - Me tengo que ir. - Avise a Leonardo antes de ponerme de pie y empezar a guardar las cosas en mi bolso a excepción de la postal.
- Te llevaré a tu hotel.
- No. - Negué rotundamente. - No te arriesgues, llamaré a un taxi ¿Puedo usar tu teléfono? - Él asintió sin oponerse dándome un teléfono inalámbrico, saque la tarjeta que me había dado el taxista de mi bolso y me extrañe un poco por el nombre. Marque los dígitos y en cuestión de segundos contesto el señor.
- ¿Jafar Abdul? - Pregunte leyendo el nombre directamente de la tarjeta.
- Oh, señorita de los ochenta y cinco dólares.
- Esa misma.
- ¿Requiere que la pase a recoger en el mismo lugar en que la deje?
- Si, por favor.
- Correcto, estaré ahí en unos minutos.
- Gracias.
- Para servirle. - Ambos cortamos la llamada. Voltee para entregarle el teléfono a Leonardo pero había desaparecido de la habitación haciendo que me sobresaltará.
Que no haya sido solo un sueño, por favor.
Me repetí varias veces mientras hacia mi camino fuera de la sala de estar para después entrar a la cocina. Tampoco estaba ahí.
- ¿Leo? - Pregunte temerosamente. - ¿Leonardo?
- Estoy en el segundo piso, enseguida bajo. - Su voz me tranquilizo y me hizo sentir estúpida por haberme preocupado tanto y aún más estúpida por las dos lágrimas que se me escaparon.
Leonardo se unió a mi justo en el momento en el que él taxista toco la bocina del auto.
- Buscaba tus cosas pero parece que están en el ático.
- Tendrás que dármelas cuando llegues a Londres.
- Parece que así será. - Ya nos encontrábamos en el umbral de la puerta viéndonos frente a frente. - Nos vemos pronto, pequeña cinéfila. - Reí por el simple recuerdo de aquel apodo. Envolví mis brazos alrededor de su cuello para abrazarlo, el me tomo de la cintura y nos quedamos así por lo que parecieron años pero solo habían sido minutos.
- Te amo, Leonardo. - Susurre en su oído para después besar su mejilla. - Me alegra tanto que estés vivo.
- Yo también te amo. - Él y yo nos habíamos mostrado nuestro afecto en palabras muy pocas veces, éramos de esas personas que no expresaban lo que sentían con palabras o si lo hacíamos era algo muy extraño o necesario.
Me dio un último beso en la mejilla y me ofreció su brazo, enrosque el mío alrededor del suyo y me guío hacia el taxi. Entonces nos despedimos, ambos con miradas tristes en nuestros rostros y yo a nada de lloras por centésima vez esta noche.
- Cuídate mucho ¿Si, Zoé? - Asentí y me senté en la parte trasera del taxi.
- También cuídate y mantente a salvo. - Soltó una pequeña risa. - Nos vemos.
- Muy pronto. - Cerró la puerta después de haber dicho eso y el taxi arranco. Me gire en el asiento para observarlo nuevamente y después despedirme con un gesto de la mano. Regrese mi vista al frente notando la mirada del señor Jafar en mí.  
- ¿Dónde la recogí?
- Por favor.
- ¿Quiere que lleguemos rápido? - Negué.
- Esta vez no tengo urgencia en llegar. - Jafar solo asintió y regreso su vista al frente.
Conforme avanzábamos por la solitarias calles, mi mente utilizo ese tiempo para asumir toda la información. Mi cuerpo me demandaba unos minutos de sueño pero algo me detenía, no pude ni siquiera dejar caer mi cabeza en el respaldo y cerrar mis ojos para recuperar un poco de sueño.
Llegamos al hotel a las cuatro cuarenta y siete de la mañana, mi cuerpo se encontraba agotado y completamente desgastado a pesar de solo haber estado sentada cuatro horas en la sala de mi hermano, la información que había recibido es lo que me había agotado completamente. Saqué treinta y cinco dólares de mi cartera y se los di al señor agradeciéndole con una media sonrisa. Entre al hotel y la única persona ahí era un guardia de seguridad que me observó por menos de un minuto con un aire de intriga pero no la suficiente como para desperdiciar más tiempo en mí. Llame al elevador del cual las puertas se abrieron en unos cuantos segundos. Entre y presione el botón del piso quince, piso donde se encontraban nuestras suites. Deje caer mi peso contra la pared y deje salir esas lágrimas que amenazaban con escaparse desde que deje la casa de Leonardo. El recorrido al decimoquinto piso no duro lo suficiente para calmarme por completo. Las puertas se abrieron indicándome que había llegado, limpie las lágrimas que estorbaban mi visión con la manga de mi suéter. Recorrí el pasillo hasta doblar una esquina a la derecha donde se encontraban nuestras habitaciones pero había algo que bloqueaba la entrada de mi habitación.
Más bien, un alguien.
Dougie se encontraba sentado en el suelo con las piernas y brazos cruzados, la cabeza caída y una acompasada respiración que me indicaba que estaba dormido.
Me coloque en cunclillas frente a él de forma que quedábamos frente a frente a la misma altura. Puse ambas manos en sus mejillas y las acaricie con mis dedos pulgares tratando de despertarlo.
- Dougie. - Murmuré quedamente. - Dougie, despierta. - Lo sacudí un poco, tal como lo había hecho esta tarde pero, nuevamente, no funciono así que opte por una mejor forma de despertarlo. Me acerque a él aún más y bese levemente sus labios, esto lo despertó.
- ¿Zoé? - Pregunto frotándose los ojos, después fijo su vista en mí y de inmediato me envolvió en sus brazos. - Oh, Zoé. Creí que te había pasado algo.
- Estoy bien, Doug. - Me alejó de él y me observo fijamente a los ojos, noté que estaba a punto de atacarme con preguntas haciendo que sintiera una especie de déjà vu pero ahora con los papeles invertidos. Coloque mi dedo índice sobre sus labios. - Entremos y te explicaré todo. - Asintió y ambos nos pusimos de pie entrando después a mi habitación donde una larga noche se volvió en una eterna.





- ¿Y bien? ¿Zoé? - Escuche la voz de Tom en un plano apartado a la realidad que estaba reviviendo. Regrese a la fecha y lugar en la que me encontraba actualmente.
- ¿Huh? - Pregunte sin entender muy bien su pregunta, Dougie me tenía en sus piernas con una de mis manos entre las suya y con la otra acariciaba dulcemente mi espalda.
- ¿Cómo encontraste a tu hermano? - Preguntó Danny está ocasión. Antes de responder, observe nuevamente la pantalla de mi celular, se estaba haciendo cada vez mas tarde y todavía tenía que conseguir un taxi que me llevara al aeropuerto. Deslice mi dedo por la pantalla para desbloquear el celular. Entre al icono de teléfono y busque entre mis llamadas recientes el numero de un taxi, por suerte tenia uno.
- Es una larga historia, se las tendré que contar otro día. - Dije colocando el teléfono en mi oído después de haber marcado el número.
- ¿A quién le marcas? - Pregunto Dougie en mi oído.
- A un taxi, mi coche se descompuso. - Entonces mi teléfono desapareció de entre mis manos encontrándose ahora en posesión de Dougie. Trate de recuperar mi celular pero lo coloco por encima de su cabeza haciéndome imposible alcanzarlo. - Dougie, necesito mi teléfono.
- Déjame llevarte o, mínimo llévate mi auto. - Antes de que pudiera negarme a su propuesta se puso de pie llevándome a mí con él pero antes de que saliéramos de la habitación Danny y Carrie nos detuvieron
- Yo puedo llevar a Sam a su departamento. - Propuso Danny.
- O… Podríamos pasar a mi departamento por Marty y después la dejamos en su casa.
- ¿Tienes algún inconveniente con eso, Sam?
- Nope, estaré bien. - Respondió lanzándole una sonrisa rápida a Danny quien se la regreso casi inmediatamente. No pude decir nada más pues Dougie me arrastro fuera de la habitación.
- Por favor, toma mi auto. - Dijo una vez que nos detuvimos en el recibidor y después de haber colocado mi espalda contra la pared dejándonos a ambos a pocos milímetros de distancia.
- Dougie, no podría.
- ¿Por qué no? - Uno de sus brazos, el que tenía mí celular, se encontraba recargado contra la pared y justo encima de mi cabeza mientras su mano seguía entrelazada con la mía.
- Porque te quedarías sin transporte y no quiero que te sacrifiques por mí ni nada.
- No lo veo como un sacrificio, es más como una póliza de garantía de que mi novia llegara a salvo a su casa, y más aún después de lo que me dijiste esa noche.
- Los taxis son seguros. - El tono de mi voz sonaba al de una niña chiquita.
- Por favor. - Murmuró rozando sus labios contra los míos, tentándome lo suficiente para que mis labios se abrieran automáticamente pero no lo suficiente como para dejar que algo más pasara. Me queje audiblemente y él soltó una risita. - Toma mi auto. - Pude entender la recompensa implícita de su mirada.
- No tienes remedio, Poynter.
- Exactamente lo mismo para ti, Miller.
- Está bien, lo tomaré. - Dougie soltó mi mano para tomar las llaves de su auto y ponerlas en la palma de mi mano, después apreté mi puño alrededor de ellas con mis reservas. Le puse los ojos en blanco haciendo que soltará otra pequeña risa pero no lo suficientemente larga pues sus labios se plantaron sobre los míos haciendo que todas mis preocupaciones y problemas se desvanecieran por, por lo menos, unos cuantos minutos.

7 comentarios:

  1. Ok, esta es la única manera en la que puedo comentarte desde el iPhone.

    Sabes que me encanta como escribes y siempre, cada uno de tus capítulos hace que rectifique lo que siempre te digo.

    Te quiero y GRACIAS POR SUBIR, no sabes como me has quitado lo aburrida que estaba.


    Yanan.

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  2. Ahhhhhh... Me tenes pantada frente a la pantalla leyendo
    ! es muy buena la historia cada detalle todo esta perfectamente escrito!! te felicito!! :)

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  3. Me encanta!
    Oye una duda que tengo, es que hace mucho que leí el fic y no lo recuerdo ¿quien era Dylan?

    Gracias por subir, vuelve pronto.
    Un abrazooo <3

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    1. Dylan Gibson es un ex-novio de Zoé. Dylan se topo con Zoé casualmente después de que ella y Dougie discutieran acerca de Dougie llamándola como solo un "free".

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  4. Te odio y te admiro al mismo tiempo. Cada capítulo es mejor al anterior y yo me deprimo porque a mí no se me ocurrirían estas cosas (aunque si lo hiciera, no sería capaz de expresarlo ni la mitad de bien que tú).
    Me gusta que salga su hermano, no sé por qué...
    Y QUIERO EL SIGUIENTE! Xoxo

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  5. Por favoooooor! Sigue escribiendo.

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  6. Hola, me preguntaba si subirás pronto :D

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