martes, 26 de marzo de 2013

44. When you don't know the truly truth.



10 de julio de 2011, Nueva York, Estados Unidos.

- Maldición, maldición, maldición. - Murmure mientras me levantaba torpemente de la cama intentando despertar a Dougie. - Doug. - Sacudí un poco su hombro recibiendo como respuesta un gruñido. - ¡Oh, vamos! ¡Poynter! - Él soltó unas cuantas risas que se me contagiaron. Tome uno de los cojines de la cama y empecé a golpearlo levemente hasta que se despertó pero no se levantó, en cambio, me tomó de ambos brazos y me tumbó en la cama quedando él encima mío.
- Hola, princesa. - Saludo coquetamente.
- Dougie, deja de bromear. - Intente lanzarle una mirada sería pero la sonrisa en mis labios no disminuía.
- Yo nunca bromeo con la realeza. - Reí levemente e intente sacudírmelo de encima.
- Enserio, Doug. Nos quedamos dormidos y salimos en cinco minutos hacia el teatro.
- Cierto. - Fue lo último que dijo antes de quedarse callado por unos cuantos minutos plantando su mirada en la mía y haciendo que me perdiera en la suya.
- Ugh, Dougie ¡Tenemos que irnos! - Dije ahogadamente cuando logre soltarme de este trance.
- ¡No quiero! - Ahora sonaba como un niño pequeño enfurruñado y actuaba como tal pues me apretujo entre sus brazos. Note el puchero que hizo a pesar de haberse escondido en mi cabello. Antes de que pudiera responder algo se oyeron unos cuantos golpes en la puerta de mi habitación.
- ¿Zoé? - Era Tom.
- ¿Si? - Respondí con un poco de dificultad por el agarre de Doug.
- Uh... Ya tenemos que irnos.
- Enseguida los alca... aghh... - Dougie mordió mi hombro haciendo que no pudiera terminar de hablar pues me queje sonoramente. - Enseguida los alcanzo. - Le propicie un pellizco en el estómago y se quejó audiblemente, cuando volteó a verme, coloque mi dedo índice sobre mis labios para indicarle que guardara silencio.
- ¿Estás bien? - Tom sonaba preocupado.
- Uh... Si, sólo me pegue con un mueble pero todo bien.
- ¿Segura?
- Sí, sí. No pasó nada.
- Nos vemos en recepción. - Ya no respondí pues escuche sus pasos alejándose por el pasillo lo cual me dio la suficiente libertad para soltar una carcajada histérica por los nervios que estaba sintiendo.
- Oh, dios. - Murmure cubriendo la mitad de mi cara con la mano derecha para después dejar escapar un suspiro.
- Estaremos bien. - Dijo él mientras acariciaba mi cabello.
- Lo sé, lo sé. - Ahora fui yo quien acaricio su cabello fijando mi mirada en sus cristalinos ojos azules, me quede hipnotizada por unos segundos hasta que plante mis labios sobre los suyos y aquel beso no paso de un simple roce de labios. - Vámonos. - En esta ocasión, Doug se levantó primero y me ayudo a ponerme de pie. Después de eso, tome mi mochila y mi bolso lanzándome un vistazo al espejo, mi cabello estaba completamente alborotado así que lo recogí en una coleta improvisada.
- ¿Lista? - Preguntó con una sonrisa, asentí y note que él también había acomodado un poco su cabello aunque seguía un tanto revuelto. Salimos de mi habitación tomados de la mano y así fue todo el camino hasta llegar al lobby donde tuvimos que soltarnos. Pasamos justo en frente de la recepción donde la señorita detrás del mostrador me llamo.
- Señorita  Miller ¿Tiene un segundo? - Asentí y le lance un vistazo a Doug murmurando quedamente "ahora voy" recibiendo un asentimiento y una pregunta muda en su mirada que descifre en segundos. Él se marchó y yo camine hacia donde se encontraba.
- ¿En qué puedo ayudarle? - Pregunte cortésmente.
- Sólo quería entregarle esto, se lo dejaron hace unas cuantas horas. - Estiro hacia mí una postal con la foto de una linda y pequeña casa que no tenía nada escrito en la cara delantera. Cuando la tome por una esquina, algo cayó de la mano de la señorita, algo que pudo sacar el aire de mis pulmones. - Discúlpeme. - Dijo la señorita con un tono de voz avergonzado. No logre responder hasta unos segundos después que separe mi vista de aquel objeto.
- No... No se preocupe. - Me agache y con temor tome aquel encendedor Zippo con la bandera del Reino Unido en él. Me levanté y ofrecí una débil sonrisa de agradecimiento a la recepcionista. Regrese mi vista al Zippo. Era muy similar al que me había dado mi padre, podría decir que iguales si tuviera mi nombre grabado en la cara inferior. Examine aquel encendedor y cuando llegue su cara inferior sentí como mis manos comenzaban a impregnarse de un sudor frio al igual que mi nuca.

¿Qué demonios?

Tenía mi nombre grabado ahí, tal y como lo había tenido el que me había dado mi padre. La misma curvatura en la "Z" y aquel pequeño ornamento encima de la "e" que representaba el acento. Cerré el puño alrededor del Zippo y dirigí mi vista a la entrada, ahí estaba Doug hablando con Harry. Doble en cuatro la postal y la guarde junto con el Zippo en uno de los bolsillos delanteros de mi pantalón donde no los sentía con el suficiente peso para mantener mi atención captiva durante el concierto de los chicos pero si con el necesario para saber que tenía algo que resolver.
Apenas fui capaz de notar el temblor en mis manos y en mi labio inferior. Por alguna razón todo esto me daba miedo.
Camine hacia la salida sin dar un segundo vistazo a la señorita detrás del vestíbulo. Alcance a Dougie y Harry, quienes platicaban entre sí.
- ¿Lista? - Preguntó Dougie antes de voltear a verme. - Hey ¿Estas bien? - Noté que Harry se marchó sin decir palabra.
- Sí. - Mentí, no me sentía ni cerca de estar bien, estaba en el borde de la duda y el temor, estaba a nada de soltar unas lágrimas de miedo y otras de frustración por no saber qué demonios acababa de suceder o qué demonios iba a suceder una vez que regresáramos del concierto y tuviera la necesidad de enfrentar todo esto. Entonces el delicado toque de Doug regreso mis pensamientos al planeta tierra y alejo a aquellos fantasmas de mi mente.
- Estas más pálida y fría que de costumbre ¿Segura que estas bien? - Pequeño detalle que olvide tomar en cuenta.
- Uhh… Sí, es solo que… - Busca una excusa rápida, Zoé. - Es solo que tengo un poco de hambre pero estaré bien. - Le sonreí con mi más convincente sonrisa y aparentemente había logrado disipar la preocupación en sus ojos.
- Sube a la camioneta, enseguida regreso. - Asentí sin entender que se proponía, así que solo me subí a la camioneta tomando asiento en la parte trasera asegurándome de guardarle a él el asiento continuo. Regreso en menos de cinco minutos con una bolsa de papel y un Monster en sus manos. Se subió y sentó a mi lado estirando hacia mí los objetos entre sus manos.
- Toma, un sándwich y un Monster. - Sonreí por este dulce detalle.
- Gracias. - Tome su mano izquierda y le di un leve apretón. - ¿Dónde conseguiste esto?
- Un poco de mis encanto aplicados a la chef y listo. - Uh, oh. Punzada de celos al asecho. - Tranquila, es broma. - Ahora era su mano la que envolvía la mía. Puedo decir que noto mi cambio de humor a pesar de que la sonrisa seguía en mi rostro pero ahora más endurecida. - Pedí que lo prepararan.
- Gracias, enserio. - Enfoque mi vista en la lata buscando una manera de abrirla sin tener que soltar a Dougie. La coloque contra mi pierna y con mi mano libre aplique la suficiente en la argolla para abrirla sin ningún problema. Lleve la lata a mis labios y me deleite con su clásico sabor que a mí siempre me ha sabido a cereza. Después abrí la bolsa y esta vez sí fue necesario soltar la mano de Doug para tomar el sándwich entre mis manos. Era un sándwich clásico de jamón, queso, mayonesa, lechuga y tomate.
En cuestión de minutos ya nos encontrábamos en el teatro y yo con el estómago satisfecho sintiéndome un poco mejor o lo suficiente para hacer mi trabajo.
El lugar era un tanto pequeño comparado a los otros en los que ha tocado por lo cual esta noche solo serían indispensable tres cámaras para grabar los movimientos de los chicos pues no habían pantallas donde proyectar y, a parte, no eran necesarias.
Mi cabeza se enfocó durante todo el concierto en tomar fotografías de los chicos y asegurarme de vez en cuando el ángulo en que las cámaras grababan a los chicos. En esta ocasión dejamos de lado el sistema de radios, lo cual me resulto un poco extraño pues ya estaba acostumbrada a escuchar voces en mis oídos durante los concierto pero también me agrado pues podía poner aún más atención a los chicos tocando aunque, ciertamente, cada que presionaba el disparador de mi cámara las manos me picaban con la firme intención de sacar en ese mismo lugar los objetos que tenía en mi bolsillo pero logre ser lo suficientemente fuerte de voluntad para no hacerlo.
El concierto se acabó un poco antes que los demás debido a que tocaron tres canciones menos que lo acostumbrado.
En fin, nos encontrábamos en el hotel a las nueve y media de la noche decidiendo que era un buen momento para cenar en el restaurante de ahí mismo. Bien, tal vez yo había sugerido que cenáramos y alargaba un poco-mucho las conversaciones con tal de no tener que llegar a mi habitación pero no podía retenerlos más. A las once menos cinco ya nos encontrábamos todos en nuestras respectivas habitaciones, yo con la espalda contra la puerta pensando que hacer hasta que llego la única opción.
Camine hacia mi cama a paso lento encendiendo las luces en mi camino. No tome asiento, solo saque los objetos de mi bolsillo y los coloque encima de la cama. Me cruce de brazos y mordí la uña de mi dedo pulgar decidiendo, al final, tomar una ducha antes de que nada más pase.
Salí en minutos, minutos que no logre hacer horas por más que quisiera. Por alguna razón no me puse mi pijama sino que un nuevo cambio de ropa que constó de: Unos jeans clásicos de mezclilla, una túnica turquesa con cuello redondo y un suéter de cachemira color beige. Me quede descalza y no me preocupe ni siquiera en quitar el exceso de humedad en mi cabello.
Rodee la cama y me senté en la orilla más próxima a aquellos objetos, observe el reloj: las once y media. Tome la postal y la desdoble observando primero nuevamente la fotografía pero esta vez más detalladamente. Retrataba una casa en medio de otras dos, era de dos pisos con un sótano y un ático, color marrón viejo con ventanas en arco y una forma peculiar de isósceles en el frente, había un viejo árbol frondoso en una esquina y no tenía una barda que marcará el límite entre la casa y la calle. Era una casa que se veía vieja pero no descuidada, parecidas a las que le gustaban a mi padre.
Le di vuelta a la postal la cual no tenía sello de haber sido entregada por mensajería, realmente alguien había venido a dejarla personalmente pero ¿Quién? En las líneas solo venia escrita una dirección acompañada de una hora y fecha cerrando con una firma:

1830 Victor St.
Bronx, NY 10462
See you @ July, 11 00:00
L xx.

Releí esas cuatro líneas como unas cinco veces antes de reconocer la letra y, por supuesto, la firma. Quise leer por sexta vez pero mis ojos acuosos y el temblor de mis manos me hizo imposible cumplir esto. Deje la postal y tome el encendedor Zippo para después dirigirme hacia la ventana, abrirla y tomar un poco de aire para recuperar el que me estaba faltando.
Deje salir las lágrimas que estaba aguantando dejando, esta vez, que todas aquellas conjeturas que había escondido hace unas cuantas horas inundaran mi cabeza.
Una de esas conjeturas era que solo se trataba de una broma muy pesada y fuera de lugar para hacerme sentir un poco de esperanza que sería vana. Otra era que quien había tramado esto era un acosador con el tiempo y los recursos suficientes para averiguar todo esto sobre mí, sobre mi familia, sobre mi hermano pero eso solo sonaba como algo retorcido y atemorizante. La tercera: esto de verdad estaba pasando pero solo podría descubrirlo de una forma y esa era ir al lugar que decía la postal.
Observe nuevamente el reloj: Once y cuarenta y tres.
Llame a recepción y solicite que me pidieran un taxi. Me calce los mismos converse que había usado hace unas horas, tome mi bolso y mis cosas junto con aquellos objetos y salí como una bala hacia recepción cerrando la puerta de mi habitación a mis espaldas. En el elevador me di el tiempo para abrir la aplicación de Google Maps en mi teléfono e ingresar en la sección “Cómo llegar…” mi ubicación actual y después la que venía en la postal.
Yo estaba en algún punto de Manhattan y Bronx se encontraba a casi media hora de aquí, de veinticuatro a veintisiete minutos más o menos dependiendo de la ruta que tomara el taxista. Me dirigí hacia recepción topándome nuevamente con la señorita que me había dado aquellos objetos.
- Señorita Miller, su taxi se encuentra esperándola.
- Gracias. - Estuve a punto de marcharme pero retrocedí los dos  pasos que había avanzado. - Por favor, que ninguno de los chicos con los que vengo se enteren que salí esta noche bajo ninguna circunstancia. - El tono de mi voz sonaba bastante demandante y fuerte, con un toque de autoridad. La señorita asintió nerviosamente y note el movimiento que efectuó su garganta al tragar fuertemente.
- ¿Si llegan a preguntar? - Dudaba que eso pasará, ellos no acostumbraban salir de sus habitaciones después de la una de la madrugada y dudo que notaran si estaba o no en mi habitación.
- Sigo en mi habitación dormida, pedí unos analgésicos pues me dolía la cabeza ¿Entendido? - Otro asentimiento nervioso. - Gracias y… Disculpe las molestias. - No sabía cómo ni de qué disculparme en ese momento solo sabía que era algo pero no podía tomarme el tiempo suficiente para averiguarlo.
Corrí hacia el taxi montándome de un solo brinco en el asiento trasero y cerrando mi puerta, observe mi reloj nuevamente: Once menos diez minutos. Maldición.
- ¿A dónde la llevo? - Su tono de voz era cortante y grave, mala combinación.
- A Bronx, calle Victor St. Número 1830.
- Serán treinta y cinco dólares. - Enarco una ceja incrédula en mi dirección que yo le regrese con una sonrisa descarada, saque setenta dólares de mi cartera dejando que viera el monto.
- Le doy el doble si llegamos en diez minutos. - Deje caer el dinero en el asiento delantero y note como los ojos de aquel señor se abrían por la sorpresa pero una sonrisa desafiante se dibujó en sus labios. - Quince más si llegamos a salvo y sin multas. - Tome el dinero prometido entre una de mis manos y lo sacudí tentativamente el aire.
- Hecho. - Murmuro y con esa señal volví a dejar caer el dinero en el asiento. Giro la llave en el contacto haciendo que el auto volviera a la vida, su mirada me decía que ya sabía exactamente qué dirección tomar y que debía aferrarme al asiento como si mi vida dependiera de ello, literalmente.
Comenzó a manejar a una velocidad impresionante, velocidad que saco el aire de mis pulmones por el movimiento que hizo el auto al arrancar. Se pasó más de cinco semáforos pero no teníamos a ningún policía detrás de nosotros. Después de diez minutos exactos nos encontrábamos afuera de la casa que venía en la postal y completamente detenidos.
- ¿Es aquí? - Preguntó él con cierto aire de grandeza por haber cumplido su meta.
- Sí. - Murmuré con el poco aire que me quedaba. - Todo suyo. - Señale con mi mano el dinero en el asiento mientras me desabrochaba el cinturón.
- Todo un placer hacer tratos con usted, señorita.
- Una última pregunta. - Me lanzo una mirada cansina por interrumpir su conteo de billetes.
- Dígame.
- ¿Hasta qué hora deja de trabajar?
- Hoy tengo todo el turno nocturno.
- ¿Podría darme su tarjeta?
- Depende de para qué.
- Por si llego a necesitarlo más tarde esta misma noche.
- En ese caso… - Tomo un cuadro de papel del tablero y lo extendió hacia mí. - Todo suyo. - Imito mis palabras con una voz un tanto más agudo lo cual me hizo soltar una carcajada.
- Pero le advierto, le pagare la cuota inicial pues no será la misma situación que esta.
- Entendido. - Hizo una seña tal como la que hacen en el ejército cuando se acata la orden del sargento. Le sonreí y él hizo lo mismo. - Hasta más tarde señorita. - Baje, cerré la puerta a mis espaldas despidiéndome con una seña de la mano para después escuchar al taxi marcharse. Encare la propiedad que estaba enfrente de mí, era idéntica a la de la postal solo que ahora se veía pobremente iluminada en el exterior y con dos ventanas iluminadas en el interior.
En ese momento no supe que hacer. Me encontraba de pie, sola, en medio de una calle que no me daba toda la seguridad del mundo y, aun así, no tuve el valor suficiente como para dar unos cuantos pasos y tocar la puerta hasta que esa puerta se abrió dejándome ver una sombra de un hombre iluminado por la espalda. Su brazo se estiro hacia la pared y después se encendió la luz del pórtico iluminándolo a él completamente.
Lo observe incrédula mientras ambos acortábamos nuestras distancias, estábamos a solo dos pasos ahora.
No podía creer quien estaba enfrente de mí.
Era mi hermano.
Era Leonardo completamente a salvo.
 - Eres un maldito imbécil. - Murmure antes de cerrar completamente nuestra distancia y envolverlo en mis brazos recordando la familiaridad de su toque. Él soltó una pequeña risita mientras sentía las lágrimas recorrer mis mejillas. Me aleje de él atrapando su rostro entre mis manos examinándolo bien aun sin creer todo esto. - Realmente eres tú. - Me regalo una tierna sonrisa mientras besaba mi frente. - ¿Dónde estuviste todo este tiempo? - Me negaba rotundamente a soltarlo pues sospechaba que se iría tan rápido como lo hiciera.
- Aquí. - Señalo la casa a sus espaldas. - Era de nuestros padres. - La sonrisa en su rostro era tan autentica y no sabía el porqué de ella pero me alegraba no verlo como una alma en pena, como yo lo había estado hace unos meses.
Y ahora el enojo fluía en mi cuerpo. Tome mi bolso y empecé a golpearlo no tan fuertemente con él. - ¿Por qué demonios no me dijiste que estabas vivo? ¿Qué paso con mis padres y con Charlie? ¿Qué demonios está sucediendo Leonardo? ¿Por qué repentinamente dejaste el Zippo en el hotel en el que estaba? ¿¡Cómo demonios sabias en que hotel estaba!? - Tomo mi bolso deteniendo mi ataque y me guio hacia la casa dejando sus manos en mis hombros y empujándome levemente.
- Tenemos mucho de qué hablar pero será mejor que entremos. - Asentí después de reflexionar y entramos a su casa que gritaba por todos lados "casa de hombre soltero". - ¿Quieres tomar algo?
- Café negro sin crema ni azúcar.
- Buena elección.
- Tendremos una larga noche ¿No es así? - Escuche su risa desde donde yo creía era la cocina. Vague por el pasillo hasta entrar a su sala de estar que se veía bastante agradable. Tenía una chimenea justo enfrente de un enorme sofá en forma de "L", había una pequeña mesa enfrente de este sillón donde estaba una laptop encendida. Todos los colores se mantenían en la misma escala de chocolates y beige. Al lado del sofá había un pequeño sillón reclinable individual que encaraba perfectamente la pantalla plana justo encima de la cocina, seguramente Leonardo pasaba aquí los fines de semana observando partidos de fútbol americano con palomitas y cerveza. Sonreí ante los acogedores y cálidos recuerdos.
- Aquí está tu café. - Hablo detrás de mí. Gire en su dirección y tome una de las dos tazas que traía en las manos absorbiendo el calor que irradiaban con mis manos. Di un pequeño sorbo sintiendo el delicioso líquido recorrer mi garganta.
- ¿Te gusto?
- Delicioso, gracias. - Asintió en mi dirección y por alguna razón se hizo un silencio incómodo mientras ambos estábamos ahí de pie, él observándome con una mirada que no reconocí y yo revoloteando mis ojos por la habitación. Todavía no podía creer que él estuviera aquí, sano y salvo, es extraño vivir un año entero sufriendo su pérdida y ahora tenerlo frente a mí.
- Soy yo, Zoé y estoy aquí. - Dijo con su extraña habilidad de captar el hilo de mis pensamientos tan pronto como cruzan mi mente, algo que siempre ha hecho y que casi siempre he odiado.
- Estoy confundida, Leonardo. - Dije finalmente mientras dejaba salir un poco de aire que había estado conteniendo.
- Lo sé. - La mirada que él me regalo estaba llena de simpatía e inclusive lástima.
- No me veas así, odio que me tengan lástima. - La furia y el coraje comenzaron a invadir mi razón. Dios, justo ahora me encontraba tan voluble, de la alegría al enojo y de ahí a la tristeza regresando a la felicidad y nuevamente a la frustración. - Estoy tan molesta y furiosa contigo, Leonardo. - Mis dientes rechinaban pues estaban apretados.
- Lo sé, créeme que lo sé y lo lamento. - Paso una mano por sus ya alborotados cabellos. - ¿Por qué no tomas asiento y me permites explicarte todo?
- Presiento que será demasiado. - Solté un suspiro y tome asiento en el sofá detrás de mí dejando la taza de café en la mesita enfrente de nosotros. Deje mi bolso de lado pero antes tomando mis cajetilla de cigarros, la postal y el Zippo. Leonardo había tomado asiento en el asiento individual enfrente de mí y lo giro un poco para encararme completamente. Después coloco un cenicero de cristal justo enfrente de mí. - Gracias. - Murmure quedamente.
- ¿Prefieres preguntarme o que yo te cuente? - Note en su semblante que él prefería que yo le preguntará pues no sabía cómo empezar pero tampoco lo sabía yo así que empecé con la pregunta más obvia:
- ¿Fuiste el único que sobrevivió? - Ahí estaba ese nudo de garganta. No recibí una respuesta hablada, solo asintió. - ¿Qué fue exactamente lo que paso?
- Será mejor que te cuente todo, no estas ni cerca de llegar a las preguntas que realmente necesito responderte. - Asentí en medio de un hundimiento de hombros pero él ya no dijo nada, se quedó callado perdiendo su mirada en algún punto de la sala ajeno a mí. Notaba la frustración que inundaba su semblante, no sabía por dónde empezar.
Tome nuevamente la taza y le di un sorbo más al café. Después encendí un cigarrillo que se consumió casi en su totalidad fuera de mi sistema pues solo lo deje entre mis dedos mientras mi cabeza divagaba, habían pasado más de diez minutos desde que Leonardo hablo hasta que me sentí un tanto exasperada por el profundo silencio. Di la última calada a mi cigarro y lo apague en el encendedor.
- Leonardo, mañana tengo que trabajar ¿Me puedes decir de que viene todo esto?
- Lo lamento. - Dijo pasando por enésima vez su mano a través del cabello. - Es que… Todo es muy difícil de explicar y estoy buscando la manera más razonable de decirte todo.
- Empieza por lo que paso ese día.
- No. Tengo que ir más atrás, mucho más atrás.
- ¿Qué tan atrás?
- Cuando yo tenía dieciocho. - Enarque una ceja sorprendida.
- ¿Por qué tanto?
- Porque ahí es cuando nuestros problemas empiezan.
- ¿Problemas? No entiendo de qué hablas, Leonardo. - Estaba exasperada, no entendía nada y eso era lo que más preocupaba.
-Verás… - Soltó un suspiro. - A esa edad es cuando entre a la universidad a estudiar Programación en Sistemas Computacionales. - Asentí a pesar de que no había una pregunta. - Fue cuando comencé a interesarme en todo lo que se relacionara con la información y las computadoras. Ciertamente, se me facilitaba programar y pensar lógicamente como resolver los problemas que se presentaban. Muchos lo notaron, eso ya lo sabes. - Murmure un “si” quedamente mientras tomaba otro sorbo de café. - Bueno, mi padre también noto eso.
- Por supuesto que lo hizo ¿Por qué no lo haría?
- No lo hizo en el sentido de sentirse como un padre orgulloso o algo así, lo hizo en sentido de los negocios y las oportunidades que mis conocimientos y habilidades nos abrían.
- ¿Nuevas bases de datos de los bienes raíces que vendía? - Leo soltó una risa floja negando al mismo tiempo.
- Zoé, esto que estoy a punto de decirte debe quedar en un estricto secreto entre nosotros dos ¿Entendido?
- Eso lo decidiré yo, Leonardo.
- Necesito que lo mantengas en secreto, enserio es preciso que lo hagas.
- Yo. Decidiré. Eso. - Los dos éramos necios y tercos de nacimiento pero mi insistencia siempre podía más que la suya y esta vez fue lo mismo pues se dio por vencido hundiéndose de hombros.
- Como quieras. - Su semblante se ensombreció repentinamente y la mirada en sus ojos era oscura y misteriosa, llena de recuerdos. Se acomodó en su asiento de forma que sus codos quedaran recargados en ambas piernas y entrelazo sus manos frente a él. - Nuestro padre no era lo que aparentaba, Zoé. - Esas palabras me cayeron de golpe pero fue peor el tono de voz que él usó, serio y sin rastro de duda, oscuro como su semblante. Tenía miedo de la persona que estaba delante de mí y eso era una estupidez pues era mi hermano de quien estábamos hablando.
- ¿De qué hablas, Leonardo?
- Él no solo era el inocente padre de familia con un trabajo estable y bien pagado vendiendo bienes raíces. - Era consciente de la forma en que mi ceño se fruncía cada vez más gracias a la confusión. - El trabajo para el Gobierno de los Estados Unidos.
- Oh, por dios, Leonardo. Deja de decir tonterías ¿Cómo porque nuestro padre trabajaría para el gobierno de este país? ¿Qué podía hacer un vendedor de bienes raíces para el bien de este enorme país? ¿Qué…
- No estoy ni siquiera cerca de estar bromeando, Zoé. Créeme, yo también quisiera que fuera así pero no lo es. A mí también me costó trabajo asimilar todo esto el día que me lo dijo.
- Okay, él trabajo para el Gobierno de este país ¿Por qué? - Me cruce de brazos, una clara señal de negación, sí, me negaba a creer toda esta tontería.
- Mantén tu jodida mente abierta y deja de actuar como una niña chiquita. - Entrecerré mis ojos hacia él incrédula por sus palabras. - Me escuchaste.
- ¿Por qué demonios mi padre trabajaría en el gobierno? No tiene ningún sentido, él nunca ha estado aquí y, a parte, es británico. - Dije como si fuera lo más obvio del mundo.
- Esa es la historia que tú sabes pero ¿Alguna vez te dijo porque se escapó de la vida que llevaba con su padre?
- Por qué estaba harto de su dictadura.
- Pero ¿Qué dictadura? ¿Qué reglas fueron tan exigentes como para provocar que mi padre se quisiera escapar en cuanto cumpliera la mayoría de edad? ¿Qué pudo ser tan extremo como para provocar que él deseara huir de su vida? - Me enarco una ceja y yo deshice el cruce entre mis brazos dispuesta a aceptar lo que fuera que Leonardo estuviera a punto de decirme.
- No tengo idea.
- Verás, nuestro abuelo era un fiel patriota que no deseaba nada más que la prosperidad de su amado Inglaterra al igual que el resto de la familia. Él fue un exmilitar con uno de los rangos más altos hasta que decidió retirarse a temprana edad por una herida en su pierna pero dijo y estableció que sus hijos varones se unirían al ejército tal y como él lo hizo así que, cuando nuestro padre cumplió la edad necesaria, ingreso a la Real Academia de Sandhust. Papá no quería ser militar pero decidió seguir la tradición familiar establecida desde hace más de cinco generaciones. Él no era bueno con las tácticas físicas, en realidad, era demasiado lento pero su punto fuerte, que nadie podía comparar, era su habilidad en planear técnicas de ataque, evasión, defensa y escape. Nadie podía igualarse a él pues el lado lógico de su cerebro se encontraba más desarrollado para ese entonces. Eso hizo que se hiciera de buenos amigos y contactos en el ejército aunque no pudo escapar de lo que le esperaba cuando terminara sus estudios militares.  - Conforme Leonardo avanzaba en su historia podía sentir como mi pecho se inundaba de temor, temor por el hombre al que he amado incondicionalmente; mi padre. - ¿Conoces la Guerra de las Malvinas? - Asentí recordando mis clases de historia. - Nuestro padre estuvo ahí y casi pierde la vida gracias a un cambio de planes de último minuto que nadie autorizo. - Solté unas lágrimas que se habían quedado estancadas y un pequeño sollozo desde el fondo de mi pecho.
- ¿Por qué yo no sabía nada de esto? - Mi labio inferior tembló conforme decía esas palabras.
- Zoé, ni siquiera nuestra madre sabia de esto. Papá no quería que supiéramos nada de esto y él tampoco quería saber nada del ejército nunca más, así que cuando regreso de esa guerra se despidió por siempre de sus padres y huyo lo más lejos posible hasta que encontró a nuestra madre y, bueno, esa historia ya la conoces.
- ¿Qué tiene eso que ver con lo que paso? - Pregunte con la poca voz que quedaba detrás de mí garganta.
- Todavía falta un poco para llegar a esa parte. Tenemos tres partes en esta historia, por así llamarla. - Se puso de pie para después dirigirse a una puerta, regreso con unas cuantas hojas de papel y un marcador negro tomando asiento nuevamente en el mismo sofá. - La primera es mi programación. - Escribió “Leo-Programación” en la hoja. - Segundo: los contactos de mi padre y tercero: El Gobierno de Estados Unidos. - También anoto esas dos cosas en la hoja manteniéndolos separados entre sí para después encerrarlos en unos círculos. - ¿Qué tienen que ver estas tres cosas entre sí? - Me hundí de hombros al no encontrar una relación inmediata que no fuera el parentesco entre Leonardo y Papá. - Un solo nombre. - Comenzó a escribir debajo de “USA Government” un nombre: Kurt Carpenter.
Abrí los ojos como platos al reconocer el nombre.
- ¿El militar corrupto de Estados Unidos? - Leonardo volteo a verme con el semblante extrañado. -  Salió en las noticias hace unos cuantos meses, justo antes de que saliera con los chicos a su tour. Intento hackear las bases de datos que controlaban millones de datos de los ciudadanos y unos programas que controlaban códigos de lanzamiento de naves y armas en todo el mundo.
- Que bueno que estas familiarizada con ese acontecimiento.
- ¿Por qué?
- Porque, bueno, yo programe esas bases de datos y programas. - No me dio ni siquiera tiempo para digerir sus palabras pues siguió con su relato. - Kurt Carpenter fue uno de los contactos que llevo a mi padre a las oficinas principales del Gobierno de Estados Unidos pidiéndole ayuda para nuevas estrategias que pudieran servir para el entrenamiento de varios soldados. Kurt se alisto en el ejército americano gracias a que también había resultado herido en la Guerra y quiso dejar detrás eso pero no al ejército así que Estados Unidos lo recibió con los brazos abiertos aunque no contacto a mi padre sino veinte años después de que todo eso pasara.
- ¿Cómo lo encontró?
- Nunca lo perdió de vista, un activo tan valioso como mi padre no podía perderse en el mundo si aún les podía ser de utilidad pero nunca supieron que la familia Miller les seríamos de tanta utilidad.
- ¿Seríamos?
- Si, cuando mi padre visito por primera vez las oficinas, escucho que tenían un problema con ciertas bases de datos y programas que se habían quedado incompletos gracias al asesinato del mejor programador que tenían, él me propuso a mí como solución.
- ¿Ya habías venido antes?
- Si, cuando supuestamente Papá y yo habíamos salido de viaje a Sonora para negociar la posible adquisición de unas cuantas hectáreas para la construcción de un complejo departamental.
- Me estoy perdiendo en todo esto: Mi padre era un exmilitar del ejército británico que huyo y después fue contactado por Kurt Carpenter quien solamente necesitaba ayuda con unas estrategias de entrenamiento pero decidió que tú serias la solución a los problemas de programación. - Después de mi resumen de toda esta platica, Leonardo asintió un par de veces. - Okay y… ¿Qué tiene que ver con el incendio?
- Bueno, tu estas al tanto de quien tiene la información tiene el poder ¿Cierto? - Asentí. - Y que no siempre ese poder se usa para el bien. - Asentí nuevamente. - Y también que ese “mal” haría cualquier cosa para conseguir la información. - Otro asentimiento para que después me iluminara el punto al que él quería llegar.
- Los criminales también buscaban esa información. - Murmure horrorizada.
- No todos los criminales, solo aquellos que estaban dentro de la Mafia Kingpin. - Ese nombre vagaba alrededor de mi cabeza, me sonaba bastante familiar. - De Sonny Gibson.
- ¿Sonny Gibson? ¿ÉL Sonny Gibson que quedo ciego después de haber sido golpeado repetidas veces? - Leonardo me lanzo otra mirada incrédula haciendo que me hundiera de hombros. - ¿Qué puedo decir? Me gusta estar informada.
- Me puedo dar cuenta de eso.
- ¿Qué tiene que ver el con esto? Se había retirado después de eso.
- Él se retiró, pero no su hijo ni su nieto. Ambos avariciosos y deseosos de información y poder.
- ¿Quiénes son?
- El padre es Maxwell Gibson. - La familiaridad de ese nombre me provoco escalofríos.
- ¿Y el hijo?
- Esto no te va a gustar. - Dijo con un semblante lleno de sumisión, no quería decirme pero lo empuje a hacerlo con una mirada insistente. - Dylan Gibson, ÉL Dylan Gibson con el que tú estuviste saliendo.

3 comentarios:

  1. HOLY COW BALLS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

    ESPERO NO NOS DEJES DEMASIADO TIEMPO ESPERANDO, PORQUE REALMENTE NO CREO QUE PUEDA, ESTO ES DEMASIADO Y NECESITO SABER QUE PASO EL DÍA EN QUE """""TODA""""" LA FAMILIA DE ZOÉ """"MURIÓ""""


    JFC.

    ResponderEliminar
  2. POR FAVOR CONTINUALO YA! NO NOS PUEDES DEJAR ASI JAJAJA
    COMO ME ALEGRO DE QUE EL HERMANO ESTÉ VIVO :_

    ESTE GIRO EN EL ARGUMENTO SI QUE NO ME LO ESPERABA, ERES GENIAL. ES UNO DE LOS MEJORES FICS QUE HE LEIDO <3

    ResponderEliminar
  3. OH. POR. DIOS. Dylan, aparte de ser un maldito hijo de su procreadora, tambien es un mafioso?! Dios, estp es genial!! Esto esta mejor q cualquier novela mexicana qe haya visto jamas!! Seguila plisss

    ResponderEliminar