jueves, 28 de marzo de 2013

45. We have to deal with life.


10 de julio de 2011, Nueva York, Estados Unidos.

Fruncí el ceño juntando las piezas del rompecabezas y, a su vez, tratando de no hacerlo. El aire en mis pulmones ahora era nulo, el temblor de mis manos más intenso y las lágrimas en mis mejillas más recurrentes.
- Debe ser una jodida broma. - Murmure todavía sin querer aceptar ese último pedazo de información.
- Jamás bromearía con algo de tal índole.
- Espera... - Le lance una mirada inquisitiva. - ¿Cómo sabes que yo salí con él? - Hice una leve pausa esperando que el respondiera pero antes de que lo hiciera, le cuestione más cosas. - Es más ¿Cómo demonios sabías que estaba aquí en Nueva York? ¿Cómo supiste en que hotel me hospedaba? Aún más importante ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué...
- Deja de utilizar ese mecanismo de defensa para evitar el tema.
- Lo mismo te puedo decir a ti. - Me cruce de brazos después de que me deshice de las fastidiosas lágrimas que adornaban mis mejillas.
- Verás, jamás te perdí la pista, jamás. - Remarco con solemne intensidad. - Supe que estabas aquí pues... Uhhhh... He tenido tu celular rastreado. - Sus mejillas se colorearon de un rosa "lamento-haber-hecho-eso" mientras que le preguntaba con la mirada de qué demonios hablaba. - Rastree tu iPod cuando te fuiste, supe que te lo robaron pero por suerte lo conectaste a tu computadora nueva y pude hacer unas cuantas... Uhhhh... - Gesticulaba con sus manos, un ya antiguo tic que usaba cada que no podía encontrar una palabra o una forma de explicar ciertas cosas. - El punto es que después de que conectaste tu iPod a tu computadora mantuve rastreado cada objeto que conectabas ahí: memorias, cámaras y...
- Mi celular. - Concluí. - Como un maldito acosador. - Solté con una sonrisa falsa.
- Me gusta más ser llamado como alguien preocupado por la seguridad de su hermana menor. - Le lance un cojín que logró esquivar fácilmente, estúpido Leonardo y sus estúpidos reflejos desarrollados.
- ¿Podías escuchar mis llamadas? - Pregunte cayendo en cuenta de las connotaciones implícitas de gadgets rastrados.
- Pude hacerlo pero, no, jamás escuche una llamada que entrara o saliera de tu celular.
- ¿Archivos de mi computadora?
- Zoé, lo que sé de tu trabajo actual y de tus relaciones personales es gracias a mis conclusiones de los lugares que has visitado y de los artículos en revistas y blogs, un poco de la televisión pero jamás directamente de tus aparatos o cosas así. Sería como espiarte.
- ¿Y no es lo que haces? - Le enarque una ceja y sólo recibí una expresión ofendida.
- Oh, por dios. No.
- ¿Entonces?
- Sólo te mantenía ubicada, sólo eso. - Fruncí mis labios y entrecerré mis ojos. - Lo juro. - Le creí por esas tres palabras, el jamás juraría a menos que enserio fuera necesario.
- Te creeré. - Me hundí de hombros y relaje tanto mi semblante como mi rígida postura.
- No te queda de otra.
- No, creo que no. - Nos quedamos en silencio, o más bien, yo me quede en silencio y el esperaba más preguntas. - Así que... - Mi voz tembló. - Dylan Gibson es nieto e hijo de un par de mafiosos. - Note por la esquina de mi ojo como Leonardo asentía. - De alguna forma tuvieron que enterarse de tales "movimientos" dentro del ejército de Estados Unidos ¿Cómo?
- La mafia tiene contactos en todos lados. - Se hundió de hombros. - Ellos no fueron la excepción.
- ¿Alguien dentro del gobierno les informo?
- Sip, esos son los temibles infiltrados pero ellos sólo informaron que habían nuevos activos: Yo y mi padre, y que se planeaba algo grande con nosotros.
- Entonces ¿Cómo supieron de los programas?
- El propio Ryan Smith le dijo a Maxwell Gibson. - Mi rostro tuvo que ser tan estupefacto que hizo que Leonardo soltará una risa. - Sip, Maxwell manejo infiltrarse y llegar hasta nuestro padre con una identificación falsa. Logro sacarle la información al decirle que él era un superior y necesitaba estar informado de todos nuestros movimientos entonces Papá le enviaba reportes semanales de nuestro avance hasta que por fin estuvieron terminadas ambas cosas y Maxwell decidió que era el momento de actuar.
- ¿Cómo?
- Una sola palabra. - Ahora Leonardo mantenía el marcador en el aire totalmente vertical representando un uno. - Amenazas.
- ¿Qué clase de amenazas?
- De muerte.
- ¿A quiénes? - No me hizo falta una respuesta, la mirada en los ojos era todo lo que necesitaba: Amenaza de asesinarnos a todos nosotros.
Tragué fuertemente y Leonardo sólo asintió. Entonces, la rabia y tristeza me golpearon fuertemente; Leonardo tuvo que experimentar todo eso, cada momento de angustia interminable, de ansiedad por esperar a que me despidiera de mis amigos y de que me subiera a su auto después de la escuela para llegar a casa y cerciorarse de que Charlie y Mamá estuvieran bien.
- Oh, Leo. - Murmuré para después ponerme de pie y envolver mis brazos a su alrededor, algo que lo tomo por sorpresa. Lo abrace lo más fuerte que pude y él hizo lo mismo, entonces escondió su rostro en mi cabello y comenzó a llorar desconsoladamente. Pocas veces había visto llorar a Leonardo, era extraño que él lo hiciera pero esta ocasión fue diferente. El sonido que proferían sus sollozos y quejidos era un sonido desgarrador y que fácilmente rompió mi corazón, él había vivido aquel infierno, literal, en que nuestras vidas se habían convertido; nosotras en la ignorancia, él en la constante preocupación de saber si amanecería con vida, de sí alguno de nosotros lo haría.
Me aferre más a sus hombros y acaricie su cabello permitiendo que dejara caer un poco de sus problemas en mí, un poco de su tristeza oculta, de su anhelo constante, de su interminable ansiedad y de sus demonios personales. Sentí, en ese momento, el dolor que él sentía y me uní a su llanto pero en un nivel más ahogado pues no quería tener que lidiar con sus "lo siento, perdí el control" o "no era mi intención" pues sabía que diría eso si notaba mis lágrimas.
Quince minutos enteros pasaron pero pudieron haber sido sólo segundos. Quince minutos llenos de los sollozos y llantos de Leonardo. Quince minutos en los que me pude sentir realmente conectada con este ente de mi misma sangre. Quince minutos en los que pude darme cuenta de que él jamás deseo que nada de esto pasará y de que se sentía culpable por todo esto, que se odiaba a sí mismo.
Tome su rostro entre mis manos cuando me asegure de que su llanto había disminuido lo suficiente como para dejarme decirle algo.
- Leonardo, escucha. - Sus ojos tan verdes y tan familiares se plantaron en los míos dejándome ver más allá del Leonardo fuerte que toda mi vida había conocido. - Nada de esto fue tu culpa ¿Entiendes? Nada. No fue culpa de nadie, ni de papá ni de mamá ni tuya ni mía y mucho menos de Charlie.
- Pero...
- No, Leo, no fue tu culpa y debes dejar de tenerte tanto odio. - Una sola lágrima se resbalo por mi mejilla. - No. Fue. Tú. Culpa ¿Entendido? - Note que quería decir algo pero mi mirada lo detuvo. - ¿Entendido? - Asintió resignado. - Bien. - Con la manga de mi suéter limpie los restos de llanto de sus mejillas, podía jurar que en estos momentos Leonardo no era más que un niño perdido, pequeño y abandonado a su suerte. - ¿Por qué no me dijiste que estabas vivo, Leo? - Pregunte un tanto frustrada. - Pudimos haber afrontado esto juntos.
- Hubiera sido más peligroso para ti.
- ¿Qué fue exactamente lo que paso ese día? - Leo había recobrado su compostura pero ahora podía notar en su semblante que estaba más decidido a contarme todo. Tomo mis manos de sus mejillas dejándolas entre la suyas, ambos nos negábamos a soltarnos: yo por miedo a que Leo desapareciera repentinamente, él por qué necesitaba sostén y apoyo para seguir hablando.
- Maxwell había sido mucho más insistente con papá, él ya había descubierto quien era realmente Maxwell, en que estaba metido y el temor fue algo habitual en él. - Tragó y después dirigió su vista a nuestras manos, intentaba encontrar las memorias en aquel espacio. - Yo le dije más de una vez que teníamos reportar esto al Gobierno pero él se negó diciendo que de alguna forma Maxwell haría que nos conectaran con él como sus cómplices y terminaríamos en la cárcel. Papá sabía mucho de la forma en que las personas pensaban, podía leer fácilmente las fachadas y más allá de las mismas. - Me aclaró eso último como si no me hubiera dado cuenta antes pero se equivocaba, había perfilado varias veces a Evan con sólo lo que le platicaba y el día que lo conoció me dijo que sus predicciones eran ciertas. - Y aun así, a pesar de que Maxwell y Dylan amenazaron más de cinco veces a papá, él se negó a entregarles las bases y el programa.
- Espera un segundo. Si ya habías terminado ¿No se supone que el gobierno ya los tendría?
- Si, pero papá decidió guardar una copia.
- ¿Por qué?
- No tengo ni la menor idea, sólo sé que Maxwell sabía esto.
- ¿Y Dylan? Dijiste que él y Maxwell amenazaron a papá.
- Bueno, las primeras veces fueron amenazas sólo escritas y por teléfono aunque, eventualmente, se cansaron de ser tan pasivos y Dylan se encargó del trabajo sucio.
- ¿Qué trabajo sucio?
- ¿Recuerdas el día que papá llego con un corte sobre la ceja y un brazo fracturado? - Asentí alejando inmediatamente la imagen de mi padre totalmente lastimado. - Bueno, no fue una caída por las escaleras lo que provoco tales heridas.
- ¿Fue Dylan? - Sonó más a una afirmación que a una pregunta. - Él trato de violarme una vez. - Murmure reviviendo el horrible recuerdo.
- Lo sé. - Sus manos se ciñeron más alrededor de las mías. No quise tocar el tema y regrese al anterior.
- ¿El incendio?
- Ese fue el plan final de los Gibson: asesinarnos a todos.
- ¿Cómo sobreviviste?
- Por qué mi padre supo que los Gibson planeaban algo. Ese día, el de tu cumpleaños, él había decidió que yo te llevaría a Londres a un viaje muy largo como regalo de cumpleaños así que empacamos casi todas tus cosas en mi auto y las mías mientras estabas en la escuela.
- Por eso, ese día me recogió papá y no tú. - Asintió. - ¿Qué paso después?
- Te marchaste por la cajetilla de cigarros y fue cuando papá y yo salimos a donde estaba mi auto a hacer los últimos preparativos, mamá estaba en la cocina con Evan y Charlie estaba dormida en su habitación, entonces creímos que todo estaría bien y decidimos salir al auto cuando, de repente, se escucharon dos explosiones dentro de la casa tan grandes que rompieron todos los cristales, después le siguió una llamarada enorme que envolvió el lugar en cuestión de segundos. Papá observo la casa horrorizado al igual que yo, no sabíamos que hacer. - Se detuvo repentinamente y cerró sus ojos, lo alenté a continuar con una leve caricia en su mano. - Papá volteo a verme con una mirada llena de dolor. "Salvense" fue lo último que me dijo antes de entrar a la casa para ver si podía salvar a alguien pero fue demasiado tarde, la primera explosión fue en la cocina quemando al instante a mamá y Evan, la segunda fue en el cuarto de Charlie, en su cuna. Habían colocado unas bombas ese mismo día cuando no había nadie en casa. - Ahora las lágrimas eran imparables y me era imposible ahogar mis sollozos, mi corazón se apretujo pero lleno de dolor. - Los vecinos se empezaron a juntar alrededor de la casa y por suerte ninguno se había percatado de mi presencia. Entonces, llegaste. Tu semblante estaba horrorizado pero sólo lo mostraste por cinco segundos. - Leonardo fijó su vista en mí y estaba llena de tantas emociones, emociones que justo se estaban reflejando en la mía. - Y después te quedaste por completo en blanco. Fue cuando decidí que estarías mejor sin mí, ellos te cuidarían y yo podría huir. Pensaba, planeaba no volver jamás a tu vida, evitar que toda esta mierda te envolviera pero en el vuelo de camino aquí, note en mi bolsillo el Zippo que papá te había regalado. Sabía que era una señal. Entonces, en ese mismo vuelo, decidí que esperaría el tiempo suficiente para que estuvieras completamente estable para contarte todo esto.
- ¿Cuánto tiempo era el suficiente?
- Tres o cuatro años. - Fruncí mi ceño.
- ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
- Una foto tuya con Dylan Gibson tomados de la mano.
- ¿Dónde apareció eso?
- En un blog. - No quise meterme en esos detalles que no importaban. Sentía que me faltaba saber algo.
- Dylan ¿Él sabía quién era yo?
- No, ni el ni Maxwell sabían como era tu rostro o el de mamá o el de Charlie, sólo sabían sus nombres.
- Entonces ¿Cómo me encontró?
- Sabía que la hija de Ryan había sido enviada a alguna parte de Inglaterra, estuvo a punto de saber que estabas en Londres pero logre desviarlo a Newcastle por unos cuantos meses.
- ¿Tú lo desviaste?
- Zoé, no sólo soy programador, aprendí a hackear  por diversas formas y logre hackear la computadora que él manejaba lo que me hizo fácil mantenerlo alejado de ti hasta que descubrió la treta y se deshizo de su computadora dándome un nulo acceso a cualquier cosa que él hiciera. De lo último de lo que me entere fue que estaba en una banda y se habían movido a Londres lo que me dio a entender de qué se había rendido.
- Él estaba en el mismo estudio en el que unos amigos estaban el mismo día que yo me aparecí por ahí ¿Pudo saber algo acerca de mi relación con ellos?
- ¿Con McFly? No lo creo. Puedo asegurar que ese realmente fue un encuentro casual hasta que le dijiste tu nombre y realizo algo de investigación, el creía que tu podrías tener el programa y la base de datos por eso decidió seguir con ese encuentro a algo que le diera un poco más de derecho sobre ti y tus objetos.
- Por eso era tan extraño y posesivo.
- Sip.
- ¿Lograste rastrearlo de nuevo?
- Por desdicha suya, fortuna nuestra: sí. - Se soltó de nuestro agarre pero no sin antes darme un leve apretujón. Se movió de su asiento y tomo la laptop, ahora suspendida, que estaba sobre la misma mesa donde estaban mi ahora terminado café y mis cigarrillos. La encendió e introdujo una clave para que después la pantalla muestre un mapa. Tomo asiento en el mismo lugar y giro la laptop para que pudiera verla. - Sólo sé que se movió de Londres a algún lugar Francia y lleva ahí más o menos una semana.
- ¿Francia? ¿Qué hay ahí?
- La base principal de su organización y su padre.
- Creí que eran británicos.
- No, son norteamericanos.
- Con razón el acento de Dylan era demasiado falso. - Divague unos segundos pero regrese al tema. - ¿Qué hacen en Francia?
- Creo que uno de sus trabajadores, por así llamarlos, logro conseguir una ubicación en Francia que no puede ser localizado por los satélites.
- ¿Cómo lo encontraste tú?
- Dije que estaba en algún lugar, pero jamás di una ubicación específica. - Señalo la parte en la que se mostraba Francia y note que todo el país estaba coloreado de un mismo color rojo.
- ¿Crees que planeen alguna otra cosa? - Levante mi vista de la pantalla hacia él con la preocupación inundando mi semblante.
- Siendo mafiosos, sí. Por eso a partir de ahora debes de ser mucho más cuidadosa con todo lo que haces y lugares a los que vas.
- Créeme, ya caí en cuenta de eso ¿Hay algo más que necesite saber? - Leonardo se quedó callado por unos minutos, aparentemente estaba repasando cada pedazo de información dicha en este tiempo, después negó con la cabeza.
- No, creo que es todo.
- Bueno, puedo concluir que... Estamos envueltos en un montón de mierda.
- Tenemos la misma conclusión.
- Espera... ¿Qué paso con la copia de los programas? ¿Se perdió en el incendio?
- Por desgracia: no. Mantengo la copia bien guardada.
- ¿En dónde?
- Zoé, ya estás muy comprometida con toda esta información, saber la ubicación de la copia sólo te traería más problemas. - Le puse los ojos en blanco pero sabía que no soltaría nada más.
- Y ahora ¿Cuáles son tus planes, Leo?
- No sé. - Se hundió de hombros. - Planeaba mudarme a Londres.
- Esa es una buena idea, pero Sam también se mudará y no podrás quedarte en mi apartamento pero podemos buscar otro.
- ¿Cuándo regresarás del tour?
- El veintiocho de este mes, sólo faltan unas cuantas fechas aquí, dos en Australia y dos en Tokyo.
- Intentare agendar un vuelo que llegue el treinta en la tarde.
- Pasaré por ti al aeropuerto y de ahí te llevaré al hotel, el día siguiente iremos a ver algunos departamentos.
- Pensándolo bien ¿Estas segura? - La duda invadió su rostro y estuve a punto de lanzarle otro cojín de no saber que fácilmente podría esquivarlo.
- Leonardo, viví un año entero creyendo que estabas muerto y que me había quedado sin familia, nada me gustaría más que tener a mi hermano viviendo en el mismo país en el que yo estoy viviendo.
- A pesar de todo, te noto muy tranquila.
- Creo que no lo he asimilado, te puedo asegurar que llegando al hotel caeré en pedazos.
- Lo lamento. - El tono de su voz era realmente sincero.
- No te tienes que disculpar, Leonardo. - Me hundí de hombros cuando volteo a verme. - Eventualmente estaré bien, a parte, me tenía que enterar de todo esto.
- ¿Desde cuando eres tan fuerte?
- No tengo idea. - Murmure con la vista perdida en la ventana.
- Creo que desde que te enamoraste de verdad.
- Bueno, no hay nada peor que un corazón roto. - Nos quedamos en silencio
- ¿Y bien? - Note la ansiedad de Leonardo de sacarme información que yo no tenía idea de que quería saber.
- ¿Qué?
- Tú y Dougie Poynter ¿Me puedes explicar la razón de tanto drama entre ustedes? - Mis mejillas se ruborizaron completamente.
- ¡Leonardo! ¡Dijiste que no me espiabas!
- ¡No lo hago! - Lo fulmine con la mirada. - No es mi culpa que tú y tu noviecito salgan a cada rato en revistas o en blogs.
- Entonces si no me espías ¿Cómo demonios sabes que ya somos novios?
- ¿Ya lo son? - Su rostro estaba lleno de un asombro genuino que me dejo desconcertada, él no sabía eso.
- Ugh. - Fue lo único que dije antes de enterrar mi rostro en el respaldo del sofá donde me encontraba. Mi celular vibro en mi bolso haciendo que cambiará de posición para buscarlo. - Hablando del rey de Roma. - Murmuré antes de intentar leer el mensaje que Dougie me había enviado pero la hora llamo más mi atención. - ¿¡Ya son las cuatro!? - Pregunte horrorizada. - Me tengo que ir. - Avise a Leonardo antes de ponerme de pie y empezar a guardar las cosas en mi bolso a excepción de la postal.
- Te llevaré a tu hotel.
- No. - Negué rotundamente. - No te arriesgues, llamaré a un taxi ¿Puedo usar tu teléfono? - Él asintió sin oponerse dándome un teléfono inalámbrico, saque la tarjeta que me había dado el taxista de mi bolso y me extrañe un poco por el nombre. Marque los dígitos y en cuestión de segundos contesto el señor.
- ¿Jafar Abdul? - Pregunte leyendo el nombre directamente de la tarjeta.
- Oh, señorita de los ochenta y cinco dólares.
- Esa misma.
- ¿Requiere que la pase a recoger en el mismo lugar en que la deje?
- Si, por favor.
- Correcto, estaré ahí en unos minutos.
- Gracias.
- Para servirle. - Ambos cortamos la llamada. Voltee para entregarle el teléfono a Leonardo pero había desaparecido de la habitación haciendo que me sobresaltará.
Que no haya sido solo un sueño, por favor.
Me repetí varias veces mientras hacia mi camino fuera de la sala de estar para después entrar a la cocina. Tampoco estaba ahí.
- ¿Leo? - Pregunte temerosamente. - ¿Leonardo?
- Estoy en el segundo piso, enseguida bajo. - Su voz me tranquilizo y me hizo sentir estúpida por haberme preocupado tanto y aún más estúpida por las dos lágrimas que se me escaparon.
Leonardo se unió a mi justo en el momento en el que él taxista toco la bocina del auto.
- Buscaba tus cosas pero parece que están en el ático.
- Tendrás que dármelas cuando llegues a Londres.
- Parece que así será. - Ya nos encontrábamos en el umbral de la puerta viéndonos frente a frente. - Nos vemos pronto, pequeña cinéfila. - Reí por el simple recuerdo de aquel apodo. Envolví mis brazos alrededor de su cuello para abrazarlo, el me tomo de la cintura y nos quedamos así por lo que parecieron años pero solo habían sido minutos.
- Te amo, Leonardo. - Susurre en su oído para después besar su mejilla. - Me alegra tanto que estés vivo.
- Yo también te amo. - Él y yo nos habíamos mostrado nuestro afecto en palabras muy pocas veces, éramos de esas personas que no expresaban lo que sentían con palabras o si lo hacíamos era algo muy extraño o necesario.
Me dio un último beso en la mejilla y me ofreció su brazo, enrosque el mío alrededor del suyo y me guío hacia el taxi. Entonces nos despedimos, ambos con miradas tristes en nuestros rostros y yo a nada de lloras por centésima vez esta noche.
- Cuídate mucho ¿Si, Zoé? - Asentí y me senté en la parte trasera del taxi.
- También cuídate y mantente a salvo. - Soltó una pequeña risa. - Nos vemos.
- Muy pronto. - Cerró la puerta después de haber dicho eso y el taxi arranco. Me gire en el asiento para observarlo nuevamente y después despedirme con un gesto de la mano. Regrese mi vista al frente notando la mirada del señor Jafar en mí.  
- ¿Dónde la recogí?
- Por favor.
- ¿Quiere que lleguemos rápido? - Negué.
- Esta vez no tengo urgencia en llegar. - Jafar solo asintió y regreso su vista al frente.
Conforme avanzábamos por la solitarias calles, mi mente utilizo ese tiempo para asumir toda la información. Mi cuerpo me demandaba unos minutos de sueño pero algo me detenía, no pude ni siquiera dejar caer mi cabeza en el respaldo y cerrar mis ojos para recuperar un poco de sueño.
Llegamos al hotel a las cuatro cuarenta y siete de la mañana, mi cuerpo se encontraba agotado y completamente desgastado a pesar de solo haber estado sentada cuatro horas en la sala de mi hermano, la información que había recibido es lo que me había agotado completamente. Saqué treinta y cinco dólares de mi cartera y se los di al señor agradeciéndole con una media sonrisa. Entre al hotel y la única persona ahí era un guardia de seguridad que me observó por menos de un minuto con un aire de intriga pero no la suficiente como para desperdiciar más tiempo en mí. Llame al elevador del cual las puertas se abrieron en unos cuantos segundos. Entre y presione el botón del piso quince, piso donde se encontraban nuestras suites. Deje caer mi peso contra la pared y deje salir esas lágrimas que amenazaban con escaparse desde que deje la casa de Leonardo. El recorrido al decimoquinto piso no duro lo suficiente para calmarme por completo. Las puertas se abrieron indicándome que había llegado, limpie las lágrimas que estorbaban mi visión con la manga de mi suéter. Recorrí el pasillo hasta doblar una esquina a la derecha donde se encontraban nuestras habitaciones pero había algo que bloqueaba la entrada de mi habitación.
Más bien, un alguien.
Dougie se encontraba sentado en el suelo con las piernas y brazos cruzados, la cabeza caída y una acompasada respiración que me indicaba que estaba dormido.
Me coloque en cunclillas frente a él de forma que quedábamos frente a frente a la misma altura. Puse ambas manos en sus mejillas y las acaricie con mis dedos pulgares tratando de despertarlo.
- Dougie. - Murmuré quedamente. - Dougie, despierta. - Lo sacudí un poco, tal como lo había hecho esta tarde pero, nuevamente, no funciono así que opte por una mejor forma de despertarlo. Me acerque a él aún más y bese levemente sus labios, esto lo despertó.
- ¿Zoé? - Pregunto frotándose los ojos, después fijo su vista en mí y de inmediato me envolvió en sus brazos. - Oh, Zoé. Creí que te había pasado algo.
- Estoy bien, Doug. - Me alejó de él y me observo fijamente a los ojos, noté que estaba a punto de atacarme con preguntas haciendo que sintiera una especie de déjà vu pero ahora con los papeles invertidos. Coloque mi dedo índice sobre sus labios. - Entremos y te explicaré todo. - Asintió y ambos nos pusimos de pie entrando después a mi habitación donde una larga noche se volvió en una eterna.





- ¿Y bien? ¿Zoé? - Escuche la voz de Tom en un plano apartado a la realidad que estaba reviviendo. Regrese a la fecha y lugar en la que me encontraba actualmente.
- ¿Huh? - Pregunte sin entender muy bien su pregunta, Dougie me tenía en sus piernas con una de mis manos entre las suya y con la otra acariciaba dulcemente mi espalda.
- ¿Cómo encontraste a tu hermano? - Preguntó Danny está ocasión. Antes de responder, observe nuevamente la pantalla de mi celular, se estaba haciendo cada vez mas tarde y todavía tenía que conseguir un taxi que me llevara al aeropuerto. Deslice mi dedo por la pantalla para desbloquear el celular. Entre al icono de teléfono y busque entre mis llamadas recientes el numero de un taxi, por suerte tenia uno.
- Es una larga historia, se las tendré que contar otro día. - Dije colocando el teléfono en mi oído después de haber marcado el número.
- ¿A quién le marcas? - Pregunto Dougie en mi oído.
- A un taxi, mi coche se descompuso. - Entonces mi teléfono desapareció de entre mis manos encontrándose ahora en posesión de Dougie. Trate de recuperar mi celular pero lo coloco por encima de su cabeza haciéndome imposible alcanzarlo. - Dougie, necesito mi teléfono.
- Déjame llevarte o, mínimo llévate mi auto. - Antes de que pudiera negarme a su propuesta se puso de pie llevándome a mí con él pero antes de que saliéramos de la habitación Danny y Carrie nos detuvieron
- Yo puedo llevar a Sam a su departamento. - Propuso Danny.
- O… Podríamos pasar a mi departamento por Marty y después la dejamos en su casa.
- ¿Tienes algún inconveniente con eso, Sam?
- Nope, estaré bien. - Respondió lanzándole una sonrisa rápida a Danny quien se la regreso casi inmediatamente. No pude decir nada más pues Dougie me arrastro fuera de la habitación.
- Por favor, toma mi auto. - Dijo una vez que nos detuvimos en el recibidor y después de haber colocado mi espalda contra la pared dejándonos a ambos a pocos milímetros de distancia.
- Dougie, no podría.
- ¿Por qué no? - Uno de sus brazos, el que tenía mí celular, se encontraba recargado contra la pared y justo encima de mi cabeza mientras su mano seguía entrelazada con la mía.
- Porque te quedarías sin transporte y no quiero que te sacrifiques por mí ni nada.
- No lo veo como un sacrificio, es más como una póliza de garantía de que mi novia llegara a salvo a su casa, y más aún después de lo que me dijiste esa noche.
- Los taxis son seguros. - El tono de mi voz sonaba al de una niña chiquita.
- Por favor. - Murmuró rozando sus labios contra los míos, tentándome lo suficiente para que mis labios se abrieran automáticamente pero no lo suficiente como para dejar que algo más pasara. Me queje audiblemente y él soltó una risita. - Toma mi auto. - Pude entender la recompensa implícita de su mirada.
- No tienes remedio, Poynter.
- Exactamente lo mismo para ti, Miller.
- Está bien, lo tomaré. - Dougie soltó mi mano para tomar las llaves de su auto y ponerlas en la palma de mi mano, después apreté mi puño alrededor de ellas con mis reservas. Le puse los ojos en blanco haciendo que soltará otra pequeña risa pero no lo suficientemente larga pues sus labios se plantaron sobre los míos haciendo que todas mis preocupaciones y problemas se desvanecieran por, por lo menos, unos cuantos minutos.

martes, 26 de marzo de 2013

44. When you don't know the truly truth.



10 de julio de 2011, Nueva York, Estados Unidos.

- Maldición, maldición, maldición. - Murmure mientras me levantaba torpemente de la cama intentando despertar a Dougie. - Doug. - Sacudí un poco su hombro recibiendo como respuesta un gruñido. - ¡Oh, vamos! ¡Poynter! - Él soltó unas cuantas risas que se me contagiaron. Tome uno de los cojines de la cama y empecé a golpearlo levemente hasta que se despertó pero no se levantó, en cambio, me tomó de ambos brazos y me tumbó en la cama quedando él encima mío.
- Hola, princesa. - Saludo coquetamente.
- Dougie, deja de bromear. - Intente lanzarle una mirada sería pero la sonrisa en mis labios no disminuía.
- Yo nunca bromeo con la realeza. - Reí levemente e intente sacudírmelo de encima.
- Enserio, Doug. Nos quedamos dormidos y salimos en cinco minutos hacia el teatro.
- Cierto. - Fue lo último que dijo antes de quedarse callado por unos cuantos minutos plantando su mirada en la mía y haciendo que me perdiera en la suya.
- Ugh, Dougie ¡Tenemos que irnos! - Dije ahogadamente cuando logre soltarme de este trance.
- ¡No quiero! - Ahora sonaba como un niño pequeño enfurruñado y actuaba como tal pues me apretujo entre sus brazos. Note el puchero que hizo a pesar de haberse escondido en mi cabello. Antes de que pudiera responder algo se oyeron unos cuantos golpes en la puerta de mi habitación.
- ¿Zoé? - Era Tom.
- ¿Si? - Respondí con un poco de dificultad por el agarre de Doug.
- Uh... Ya tenemos que irnos.
- Enseguida los alca... aghh... - Dougie mordió mi hombro haciendo que no pudiera terminar de hablar pues me queje sonoramente. - Enseguida los alcanzo. - Le propicie un pellizco en el estómago y se quejó audiblemente, cuando volteó a verme, coloque mi dedo índice sobre mis labios para indicarle que guardara silencio.
- ¿Estás bien? - Tom sonaba preocupado.
- Uh... Si, sólo me pegue con un mueble pero todo bien.
- ¿Segura?
- Sí, sí. No pasó nada.
- Nos vemos en recepción. - Ya no respondí pues escuche sus pasos alejándose por el pasillo lo cual me dio la suficiente libertad para soltar una carcajada histérica por los nervios que estaba sintiendo.
- Oh, dios. - Murmure cubriendo la mitad de mi cara con la mano derecha para después dejar escapar un suspiro.
- Estaremos bien. - Dijo él mientras acariciaba mi cabello.
- Lo sé, lo sé. - Ahora fui yo quien acaricio su cabello fijando mi mirada en sus cristalinos ojos azules, me quede hipnotizada por unos segundos hasta que plante mis labios sobre los suyos y aquel beso no paso de un simple roce de labios. - Vámonos. - En esta ocasión, Doug se levantó primero y me ayudo a ponerme de pie. Después de eso, tome mi mochila y mi bolso lanzándome un vistazo al espejo, mi cabello estaba completamente alborotado así que lo recogí en una coleta improvisada.
- ¿Lista? - Preguntó con una sonrisa, asentí y note que él también había acomodado un poco su cabello aunque seguía un tanto revuelto. Salimos de mi habitación tomados de la mano y así fue todo el camino hasta llegar al lobby donde tuvimos que soltarnos. Pasamos justo en frente de la recepción donde la señorita detrás del mostrador me llamo.
- Señorita  Miller ¿Tiene un segundo? - Asentí y le lance un vistazo a Doug murmurando quedamente "ahora voy" recibiendo un asentimiento y una pregunta muda en su mirada que descifre en segundos. Él se marchó y yo camine hacia donde se encontraba.
- ¿En qué puedo ayudarle? - Pregunte cortésmente.
- Sólo quería entregarle esto, se lo dejaron hace unas cuantas horas. - Estiro hacia mí una postal con la foto de una linda y pequeña casa que no tenía nada escrito en la cara delantera. Cuando la tome por una esquina, algo cayó de la mano de la señorita, algo que pudo sacar el aire de mis pulmones. - Discúlpeme. - Dijo la señorita con un tono de voz avergonzado. No logre responder hasta unos segundos después que separe mi vista de aquel objeto.
- No... No se preocupe. - Me agache y con temor tome aquel encendedor Zippo con la bandera del Reino Unido en él. Me levanté y ofrecí una débil sonrisa de agradecimiento a la recepcionista. Regrese mi vista al Zippo. Era muy similar al que me había dado mi padre, podría decir que iguales si tuviera mi nombre grabado en la cara inferior. Examine aquel encendedor y cuando llegue su cara inferior sentí como mis manos comenzaban a impregnarse de un sudor frio al igual que mi nuca.

¿Qué demonios?

Tenía mi nombre grabado ahí, tal y como lo había tenido el que me había dado mi padre. La misma curvatura en la "Z" y aquel pequeño ornamento encima de la "e" que representaba el acento. Cerré el puño alrededor del Zippo y dirigí mi vista a la entrada, ahí estaba Doug hablando con Harry. Doble en cuatro la postal y la guarde junto con el Zippo en uno de los bolsillos delanteros de mi pantalón donde no los sentía con el suficiente peso para mantener mi atención captiva durante el concierto de los chicos pero si con el necesario para saber que tenía algo que resolver.
Apenas fui capaz de notar el temblor en mis manos y en mi labio inferior. Por alguna razón todo esto me daba miedo.
Camine hacia la salida sin dar un segundo vistazo a la señorita detrás del vestíbulo. Alcance a Dougie y Harry, quienes platicaban entre sí.
- ¿Lista? - Preguntó Dougie antes de voltear a verme. - Hey ¿Estas bien? - Noté que Harry se marchó sin decir palabra.
- Sí. - Mentí, no me sentía ni cerca de estar bien, estaba en el borde de la duda y el temor, estaba a nada de soltar unas lágrimas de miedo y otras de frustración por no saber qué demonios acababa de suceder o qué demonios iba a suceder una vez que regresáramos del concierto y tuviera la necesidad de enfrentar todo esto. Entonces el delicado toque de Doug regreso mis pensamientos al planeta tierra y alejo a aquellos fantasmas de mi mente.
- Estas más pálida y fría que de costumbre ¿Segura que estas bien? - Pequeño detalle que olvide tomar en cuenta.
- Uhh… Sí, es solo que… - Busca una excusa rápida, Zoé. - Es solo que tengo un poco de hambre pero estaré bien. - Le sonreí con mi más convincente sonrisa y aparentemente había logrado disipar la preocupación en sus ojos.
- Sube a la camioneta, enseguida regreso. - Asentí sin entender que se proponía, así que solo me subí a la camioneta tomando asiento en la parte trasera asegurándome de guardarle a él el asiento continuo. Regreso en menos de cinco minutos con una bolsa de papel y un Monster en sus manos. Se subió y sentó a mi lado estirando hacia mí los objetos entre sus manos.
- Toma, un sándwich y un Monster. - Sonreí por este dulce detalle.
- Gracias. - Tome su mano izquierda y le di un leve apretón. - ¿Dónde conseguiste esto?
- Un poco de mis encanto aplicados a la chef y listo. - Uh, oh. Punzada de celos al asecho. - Tranquila, es broma. - Ahora era su mano la que envolvía la mía. Puedo decir que noto mi cambio de humor a pesar de que la sonrisa seguía en mi rostro pero ahora más endurecida. - Pedí que lo prepararan.
- Gracias, enserio. - Enfoque mi vista en la lata buscando una manera de abrirla sin tener que soltar a Dougie. La coloque contra mi pierna y con mi mano libre aplique la suficiente en la argolla para abrirla sin ningún problema. Lleve la lata a mis labios y me deleite con su clásico sabor que a mí siempre me ha sabido a cereza. Después abrí la bolsa y esta vez sí fue necesario soltar la mano de Doug para tomar el sándwich entre mis manos. Era un sándwich clásico de jamón, queso, mayonesa, lechuga y tomate.
En cuestión de minutos ya nos encontrábamos en el teatro y yo con el estómago satisfecho sintiéndome un poco mejor o lo suficiente para hacer mi trabajo.
El lugar era un tanto pequeño comparado a los otros en los que ha tocado por lo cual esta noche solo serían indispensable tres cámaras para grabar los movimientos de los chicos pues no habían pantallas donde proyectar y, a parte, no eran necesarias.
Mi cabeza se enfocó durante todo el concierto en tomar fotografías de los chicos y asegurarme de vez en cuando el ángulo en que las cámaras grababan a los chicos. En esta ocasión dejamos de lado el sistema de radios, lo cual me resulto un poco extraño pues ya estaba acostumbrada a escuchar voces en mis oídos durante los concierto pero también me agrado pues podía poner aún más atención a los chicos tocando aunque, ciertamente, cada que presionaba el disparador de mi cámara las manos me picaban con la firme intención de sacar en ese mismo lugar los objetos que tenía en mi bolsillo pero logre ser lo suficientemente fuerte de voluntad para no hacerlo.
El concierto se acabó un poco antes que los demás debido a que tocaron tres canciones menos que lo acostumbrado.
En fin, nos encontrábamos en el hotel a las nueve y media de la noche decidiendo que era un buen momento para cenar en el restaurante de ahí mismo. Bien, tal vez yo había sugerido que cenáramos y alargaba un poco-mucho las conversaciones con tal de no tener que llegar a mi habitación pero no podía retenerlos más. A las once menos cinco ya nos encontrábamos todos en nuestras respectivas habitaciones, yo con la espalda contra la puerta pensando que hacer hasta que llego la única opción.
Camine hacia mi cama a paso lento encendiendo las luces en mi camino. No tome asiento, solo saque los objetos de mi bolsillo y los coloque encima de la cama. Me cruce de brazos y mordí la uña de mi dedo pulgar decidiendo, al final, tomar una ducha antes de que nada más pase.
Salí en minutos, minutos que no logre hacer horas por más que quisiera. Por alguna razón no me puse mi pijama sino que un nuevo cambio de ropa que constó de: Unos jeans clásicos de mezclilla, una túnica turquesa con cuello redondo y un suéter de cachemira color beige. Me quede descalza y no me preocupe ni siquiera en quitar el exceso de humedad en mi cabello.
Rodee la cama y me senté en la orilla más próxima a aquellos objetos, observe el reloj: las once y media. Tome la postal y la desdoble observando primero nuevamente la fotografía pero esta vez más detalladamente. Retrataba una casa en medio de otras dos, era de dos pisos con un sótano y un ático, color marrón viejo con ventanas en arco y una forma peculiar de isósceles en el frente, había un viejo árbol frondoso en una esquina y no tenía una barda que marcará el límite entre la casa y la calle. Era una casa que se veía vieja pero no descuidada, parecidas a las que le gustaban a mi padre.
Le di vuelta a la postal la cual no tenía sello de haber sido entregada por mensajería, realmente alguien había venido a dejarla personalmente pero ¿Quién? En las líneas solo venia escrita una dirección acompañada de una hora y fecha cerrando con una firma:

1830 Victor St.
Bronx, NY 10462
See you @ July, 11 00:00
L xx.

Releí esas cuatro líneas como unas cinco veces antes de reconocer la letra y, por supuesto, la firma. Quise leer por sexta vez pero mis ojos acuosos y el temblor de mis manos me hizo imposible cumplir esto. Deje la postal y tome el encendedor Zippo para después dirigirme hacia la ventana, abrirla y tomar un poco de aire para recuperar el que me estaba faltando.
Deje salir las lágrimas que estaba aguantando dejando, esta vez, que todas aquellas conjeturas que había escondido hace unas cuantas horas inundaran mi cabeza.
Una de esas conjeturas era que solo se trataba de una broma muy pesada y fuera de lugar para hacerme sentir un poco de esperanza que sería vana. Otra era que quien había tramado esto era un acosador con el tiempo y los recursos suficientes para averiguar todo esto sobre mí, sobre mi familia, sobre mi hermano pero eso solo sonaba como algo retorcido y atemorizante. La tercera: esto de verdad estaba pasando pero solo podría descubrirlo de una forma y esa era ir al lugar que decía la postal.
Observe nuevamente el reloj: Once y cuarenta y tres.
Llame a recepción y solicite que me pidieran un taxi. Me calce los mismos converse que había usado hace unas horas, tome mi bolso y mis cosas junto con aquellos objetos y salí como una bala hacia recepción cerrando la puerta de mi habitación a mis espaldas. En el elevador me di el tiempo para abrir la aplicación de Google Maps en mi teléfono e ingresar en la sección “Cómo llegar…” mi ubicación actual y después la que venía en la postal.
Yo estaba en algún punto de Manhattan y Bronx se encontraba a casi media hora de aquí, de veinticuatro a veintisiete minutos más o menos dependiendo de la ruta que tomara el taxista. Me dirigí hacia recepción topándome nuevamente con la señorita que me había dado aquellos objetos.
- Señorita Miller, su taxi se encuentra esperándola.
- Gracias. - Estuve a punto de marcharme pero retrocedí los dos  pasos que había avanzado. - Por favor, que ninguno de los chicos con los que vengo se enteren que salí esta noche bajo ninguna circunstancia. - El tono de mi voz sonaba bastante demandante y fuerte, con un toque de autoridad. La señorita asintió nerviosamente y note el movimiento que efectuó su garganta al tragar fuertemente.
- ¿Si llegan a preguntar? - Dudaba que eso pasará, ellos no acostumbraban salir de sus habitaciones después de la una de la madrugada y dudo que notaran si estaba o no en mi habitación.
- Sigo en mi habitación dormida, pedí unos analgésicos pues me dolía la cabeza ¿Entendido? - Otro asentimiento nervioso. - Gracias y… Disculpe las molestias. - No sabía cómo ni de qué disculparme en ese momento solo sabía que era algo pero no podía tomarme el tiempo suficiente para averiguarlo.
Corrí hacia el taxi montándome de un solo brinco en el asiento trasero y cerrando mi puerta, observe mi reloj nuevamente: Once menos diez minutos. Maldición.
- ¿A dónde la llevo? - Su tono de voz era cortante y grave, mala combinación.
- A Bronx, calle Victor St. Número 1830.
- Serán treinta y cinco dólares. - Enarco una ceja incrédula en mi dirección que yo le regrese con una sonrisa descarada, saque setenta dólares de mi cartera dejando que viera el monto.
- Le doy el doble si llegamos en diez minutos. - Deje caer el dinero en el asiento delantero y note como los ojos de aquel señor se abrían por la sorpresa pero una sonrisa desafiante se dibujó en sus labios. - Quince más si llegamos a salvo y sin multas. - Tome el dinero prometido entre una de mis manos y lo sacudí tentativamente el aire.
- Hecho. - Murmuro y con esa señal volví a dejar caer el dinero en el asiento. Giro la llave en el contacto haciendo que el auto volviera a la vida, su mirada me decía que ya sabía exactamente qué dirección tomar y que debía aferrarme al asiento como si mi vida dependiera de ello, literalmente.
Comenzó a manejar a una velocidad impresionante, velocidad que saco el aire de mis pulmones por el movimiento que hizo el auto al arrancar. Se pasó más de cinco semáforos pero no teníamos a ningún policía detrás de nosotros. Después de diez minutos exactos nos encontrábamos afuera de la casa que venía en la postal y completamente detenidos.
- ¿Es aquí? - Preguntó él con cierto aire de grandeza por haber cumplido su meta.
- Sí. - Murmuré con el poco aire que me quedaba. - Todo suyo. - Señale con mi mano el dinero en el asiento mientras me desabrochaba el cinturón.
- Todo un placer hacer tratos con usted, señorita.
- Una última pregunta. - Me lanzo una mirada cansina por interrumpir su conteo de billetes.
- Dígame.
- ¿Hasta qué hora deja de trabajar?
- Hoy tengo todo el turno nocturno.
- ¿Podría darme su tarjeta?
- Depende de para qué.
- Por si llego a necesitarlo más tarde esta misma noche.
- En ese caso… - Tomo un cuadro de papel del tablero y lo extendió hacia mí. - Todo suyo. - Imito mis palabras con una voz un tanto más agudo lo cual me hizo soltar una carcajada.
- Pero le advierto, le pagare la cuota inicial pues no será la misma situación que esta.
- Entendido. - Hizo una seña tal como la que hacen en el ejército cuando se acata la orden del sargento. Le sonreí y él hizo lo mismo. - Hasta más tarde señorita. - Baje, cerré la puerta a mis espaldas despidiéndome con una seña de la mano para después escuchar al taxi marcharse. Encare la propiedad que estaba enfrente de mí, era idéntica a la de la postal solo que ahora se veía pobremente iluminada en el exterior y con dos ventanas iluminadas en el interior.
En ese momento no supe que hacer. Me encontraba de pie, sola, en medio de una calle que no me daba toda la seguridad del mundo y, aun así, no tuve el valor suficiente como para dar unos cuantos pasos y tocar la puerta hasta que esa puerta se abrió dejándome ver una sombra de un hombre iluminado por la espalda. Su brazo se estiro hacia la pared y después se encendió la luz del pórtico iluminándolo a él completamente.
Lo observe incrédula mientras ambos acortábamos nuestras distancias, estábamos a solo dos pasos ahora.
No podía creer quien estaba enfrente de mí.
Era mi hermano.
Era Leonardo completamente a salvo.
 - Eres un maldito imbécil. - Murmure antes de cerrar completamente nuestra distancia y envolverlo en mis brazos recordando la familiaridad de su toque. Él soltó una pequeña risita mientras sentía las lágrimas recorrer mis mejillas. Me aleje de él atrapando su rostro entre mis manos examinándolo bien aun sin creer todo esto. - Realmente eres tú. - Me regalo una tierna sonrisa mientras besaba mi frente. - ¿Dónde estuviste todo este tiempo? - Me negaba rotundamente a soltarlo pues sospechaba que se iría tan rápido como lo hiciera.
- Aquí. - Señalo la casa a sus espaldas. - Era de nuestros padres. - La sonrisa en su rostro era tan autentica y no sabía el porqué de ella pero me alegraba no verlo como una alma en pena, como yo lo había estado hace unos meses.
Y ahora el enojo fluía en mi cuerpo. Tome mi bolso y empecé a golpearlo no tan fuertemente con él. - ¿Por qué demonios no me dijiste que estabas vivo? ¿Qué paso con mis padres y con Charlie? ¿Qué demonios está sucediendo Leonardo? ¿Por qué repentinamente dejaste el Zippo en el hotel en el que estaba? ¿¡Cómo demonios sabias en que hotel estaba!? - Tomo mi bolso deteniendo mi ataque y me guio hacia la casa dejando sus manos en mis hombros y empujándome levemente.
- Tenemos mucho de qué hablar pero será mejor que entremos. - Asentí después de reflexionar y entramos a su casa que gritaba por todos lados "casa de hombre soltero". - ¿Quieres tomar algo?
- Café negro sin crema ni azúcar.
- Buena elección.
- Tendremos una larga noche ¿No es así? - Escuche su risa desde donde yo creía era la cocina. Vague por el pasillo hasta entrar a su sala de estar que se veía bastante agradable. Tenía una chimenea justo enfrente de un enorme sofá en forma de "L", había una pequeña mesa enfrente de este sillón donde estaba una laptop encendida. Todos los colores se mantenían en la misma escala de chocolates y beige. Al lado del sofá había un pequeño sillón reclinable individual que encaraba perfectamente la pantalla plana justo encima de la cocina, seguramente Leonardo pasaba aquí los fines de semana observando partidos de fútbol americano con palomitas y cerveza. Sonreí ante los acogedores y cálidos recuerdos.
- Aquí está tu café. - Hablo detrás de mí. Gire en su dirección y tome una de las dos tazas que traía en las manos absorbiendo el calor que irradiaban con mis manos. Di un pequeño sorbo sintiendo el delicioso líquido recorrer mi garganta.
- ¿Te gusto?
- Delicioso, gracias. - Asintió en mi dirección y por alguna razón se hizo un silencio incómodo mientras ambos estábamos ahí de pie, él observándome con una mirada que no reconocí y yo revoloteando mis ojos por la habitación. Todavía no podía creer que él estuviera aquí, sano y salvo, es extraño vivir un año entero sufriendo su pérdida y ahora tenerlo frente a mí.
- Soy yo, Zoé y estoy aquí. - Dijo con su extraña habilidad de captar el hilo de mis pensamientos tan pronto como cruzan mi mente, algo que siempre ha hecho y que casi siempre he odiado.
- Estoy confundida, Leonardo. - Dije finalmente mientras dejaba salir un poco de aire que había estado conteniendo.
- Lo sé. - La mirada que él me regalo estaba llena de simpatía e inclusive lástima.
- No me veas así, odio que me tengan lástima. - La furia y el coraje comenzaron a invadir mi razón. Dios, justo ahora me encontraba tan voluble, de la alegría al enojo y de ahí a la tristeza regresando a la felicidad y nuevamente a la frustración. - Estoy tan molesta y furiosa contigo, Leonardo. - Mis dientes rechinaban pues estaban apretados.
- Lo sé, créeme que lo sé y lo lamento. - Paso una mano por sus ya alborotados cabellos. - ¿Por qué no tomas asiento y me permites explicarte todo?
- Presiento que será demasiado. - Solté un suspiro y tome asiento en el sofá detrás de mí dejando la taza de café en la mesita enfrente de nosotros. Deje mi bolso de lado pero antes tomando mis cajetilla de cigarros, la postal y el Zippo. Leonardo había tomado asiento en el asiento individual enfrente de mí y lo giro un poco para encararme completamente. Después coloco un cenicero de cristal justo enfrente de mí. - Gracias. - Murmure quedamente.
- ¿Prefieres preguntarme o que yo te cuente? - Note en su semblante que él prefería que yo le preguntará pues no sabía cómo empezar pero tampoco lo sabía yo así que empecé con la pregunta más obvia:
- ¿Fuiste el único que sobrevivió? - Ahí estaba ese nudo de garganta. No recibí una respuesta hablada, solo asintió. - ¿Qué fue exactamente lo que paso?
- Será mejor que te cuente todo, no estas ni cerca de llegar a las preguntas que realmente necesito responderte. - Asentí en medio de un hundimiento de hombros pero él ya no dijo nada, se quedó callado perdiendo su mirada en algún punto de la sala ajeno a mí. Notaba la frustración que inundaba su semblante, no sabía por dónde empezar.
Tome nuevamente la taza y le di un sorbo más al café. Después encendí un cigarrillo que se consumió casi en su totalidad fuera de mi sistema pues solo lo deje entre mis dedos mientras mi cabeza divagaba, habían pasado más de diez minutos desde que Leonardo hablo hasta que me sentí un tanto exasperada por el profundo silencio. Di la última calada a mi cigarro y lo apague en el encendedor.
- Leonardo, mañana tengo que trabajar ¿Me puedes decir de que viene todo esto?
- Lo lamento. - Dijo pasando por enésima vez su mano a través del cabello. - Es que… Todo es muy difícil de explicar y estoy buscando la manera más razonable de decirte todo.
- Empieza por lo que paso ese día.
- No. Tengo que ir más atrás, mucho más atrás.
- ¿Qué tan atrás?
- Cuando yo tenía dieciocho. - Enarque una ceja sorprendida.
- ¿Por qué tanto?
- Porque ahí es cuando nuestros problemas empiezan.
- ¿Problemas? No entiendo de qué hablas, Leonardo. - Estaba exasperada, no entendía nada y eso era lo que más preocupaba.
-Verás… - Soltó un suspiro. - A esa edad es cuando entre a la universidad a estudiar Programación en Sistemas Computacionales. - Asentí a pesar de que no había una pregunta. - Fue cuando comencé a interesarme en todo lo que se relacionara con la información y las computadoras. Ciertamente, se me facilitaba programar y pensar lógicamente como resolver los problemas que se presentaban. Muchos lo notaron, eso ya lo sabes. - Murmure un “si” quedamente mientras tomaba otro sorbo de café. - Bueno, mi padre también noto eso.
- Por supuesto que lo hizo ¿Por qué no lo haría?
- No lo hizo en el sentido de sentirse como un padre orgulloso o algo así, lo hizo en sentido de los negocios y las oportunidades que mis conocimientos y habilidades nos abrían.
- ¿Nuevas bases de datos de los bienes raíces que vendía? - Leo soltó una risa floja negando al mismo tiempo.
- Zoé, esto que estoy a punto de decirte debe quedar en un estricto secreto entre nosotros dos ¿Entendido?
- Eso lo decidiré yo, Leonardo.
- Necesito que lo mantengas en secreto, enserio es preciso que lo hagas.
- Yo. Decidiré. Eso. - Los dos éramos necios y tercos de nacimiento pero mi insistencia siempre podía más que la suya y esta vez fue lo mismo pues se dio por vencido hundiéndose de hombros.
- Como quieras. - Su semblante se ensombreció repentinamente y la mirada en sus ojos era oscura y misteriosa, llena de recuerdos. Se acomodó en su asiento de forma que sus codos quedaran recargados en ambas piernas y entrelazo sus manos frente a él. - Nuestro padre no era lo que aparentaba, Zoé. - Esas palabras me cayeron de golpe pero fue peor el tono de voz que él usó, serio y sin rastro de duda, oscuro como su semblante. Tenía miedo de la persona que estaba delante de mí y eso era una estupidez pues era mi hermano de quien estábamos hablando.
- ¿De qué hablas, Leonardo?
- Él no solo era el inocente padre de familia con un trabajo estable y bien pagado vendiendo bienes raíces. - Era consciente de la forma en que mi ceño se fruncía cada vez más gracias a la confusión. - El trabajo para el Gobierno de los Estados Unidos.
- Oh, por dios, Leonardo. Deja de decir tonterías ¿Cómo porque nuestro padre trabajaría para el gobierno de este país? ¿Qué podía hacer un vendedor de bienes raíces para el bien de este enorme país? ¿Qué…
- No estoy ni siquiera cerca de estar bromeando, Zoé. Créeme, yo también quisiera que fuera así pero no lo es. A mí también me costó trabajo asimilar todo esto el día que me lo dijo.
- Okay, él trabajo para el Gobierno de este país ¿Por qué? - Me cruce de brazos, una clara señal de negación, sí, me negaba a creer toda esta tontería.
- Mantén tu jodida mente abierta y deja de actuar como una niña chiquita. - Entrecerré mis ojos hacia él incrédula por sus palabras. - Me escuchaste.
- ¿Por qué demonios mi padre trabajaría en el gobierno? No tiene ningún sentido, él nunca ha estado aquí y, a parte, es británico. - Dije como si fuera lo más obvio del mundo.
- Esa es la historia que tú sabes pero ¿Alguna vez te dijo porque se escapó de la vida que llevaba con su padre?
- Por qué estaba harto de su dictadura.
- Pero ¿Qué dictadura? ¿Qué reglas fueron tan exigentes como para provocar que mi padre se quisiera escapar en cuanto cumpliera la mayoría de edad? ¿Qué pudo ser tan extremo como para provocar que él deseara huir de su vida? - Me enarco una ceja y yo deshice el cruce entre mis brazos dispuesta a aceptar lo que fuera que Leonardo estuviera a punto de decirme.
- No tengo idea.
- Verás, nuestro abuelo era un fiel patriota que no deseaba nada más que la prosperidad de su amado Inglaterra al igual que el resto de la familia. Él fue un exmilitar con uno de los rangos más altos hasta que decidió retirarse a temprana edad por una herida en su pierna pero dijo y estableció que sus hijos varones se unirían al ejército tal y como él lo hizo así que, cuando nuestro padre cumplió la edad necesaria, ingreso a la Real Academia de Sandhust. Papá no quería ser militar pero decidió seguir la tradición familiar establecida desde hace más de cinco generaciones. Él no era bueno con las tácticas físicas, en realidad, era demasiado lento pero su punto fuerte, que nadie podía comparar, era su habilidad en planear técnicas de ataque, evasión, defensa y escape. Nadie podía igualarse a él pues el lado lógico de su cerebro se encontraba más desarrollado para ese entonces. Eso hizo que se hiciera de buenos amigos y contactos en el ejército aunque no pudo escapar de lo que le esperaba cuando terminara sus estudios militares.  - Conforme Leonardo avanzaba en su historia podía sentir como mi pecho se inundaba de temor, temor por el hombre al que he amado incondicionalmente; mi padre. - ¿Conoces la Guerra de las Malvinas? - Asentí recordando mis clases de historia. - Nuestro padre estuvo ahí y casi pierde la vida gracias a un cambio de planes de último minuto que nadie autorizo. - Solté unas lágrimas que se habían quedado estancadas y un pequeño sollozo desde el fondo de mi pecho.
- ¿Por qué yo no sabía nada de esto? - Mi labio inferior tembló conforme decía esas palabras.
- Zoé, ni siquiera nuestra madre sabia de esto. Papá no quería que supiéramos nada de esto y él tampoco quería saber nada del ejército nunca más, así que cuando regreso de esa guerra se despidió por siempre de sus padres y huyo lo más lejos posible hasta que encontró a nuestra madre y, bueno, esa historia ya la conoces.
- ¿Qué tiene eso que ver con lo que paso? - Pregunte con la poca voz que quedaba detrás de mí garganta.
- Todavía falta un poco para llegar a esa parte. Tenemos tres partes en esta historia, por así llamarla. - Se puso de pie para después dirigirse a una puerta, regreso con unas cuantas hojas de papel y un marcador negro tomando asiento nuevamente en el mismo sofá. - La primera es mi programación. - Escribió “Leo-Programación” en la hoja. - Segundo: los contactos de mi padre y tercero: El Gobierno de Estados Unidos. - También anoto esas dos cosas en la hoja manteniéndolos separados entre sí para después encerrarlos en unos círculos. - ¿Qué tienen que ver estas tres cosas entre sí? - Me hundí de hombros al no encontrar una relación inmediata que no fuera el parentesco entre Leonardo y Papá. - Un solo nombre. - Comenzó a escribir debajo de “USA Government” un nombre: Kurt Carpenter.
Abrí los ojos como platos al reconocer el nombre.
- ¿El militar corrupto de Estados Unidos? - Leonardo volteo a verme con el semblante extrañado. -  Salió en las noticias hace unos cuantos meses, justo antes de que saliera con los chicos a su tour. Intento hackear las bases de datos que controlaban millones de datos de los ciudadanos y unos programas que controlaban códigos de lanzamiento de naves y armas en todo el mundo.
- Que bueno que estas familiarizada con ese acontecimiento.
- ¿Por qué?
- Porque, bueno, yo programe esas bases de datos y programas. - No me dio ni siquiera tiempo para digerir sus palabras pues siguió con su relato. - Kurt Carpenter fue uno de los contactos que llevo a mi padre a las oficinas principales del Gobierno de Estados Unidos pidiéndole ayuda para nuevas estrategias que pudieran servir para el entrenamiento de varios soldados. Kurt se alisto en el ejército americano gracias a que también había resultado herido en la Guerra y quiso dejar detrás eso pero no al ejército así que Estados Unidos lo recibió con los brazos abiertos aunque no contacto a mi padre sino veinte años después de que todo eso pasara.
- ¿Cómo lo encontró?
- Nunca lo perdió de vista, un activo tan valioso como mi padre no podía perderse en el mundo si aún les podía ser de utilidad pero nunca supieron que la familia Miller les seríamos de tanta utilidad.
- ¿Seríamos?
- Si, cuando mi padre visito por primera vez las oficinas, escucho que tenían un problema con ciertas bases de datos y programas que se habían quedado incompletos gracias al asesinato del mejor programador que tenían, él me propuso a mí como solución.
- ¿Ya habías venido antes?
- Si, cuando supuestamente Papá y yo habíamos salido de viaje a Sonora para negociar la posible adquisición de unas cuantas hectáreas para la construcción de un complejo departamental.
- Me estoy perdiendo en todo esto: Mi padre era un exmilitar del ejército británico que huyo y después fue contactado por Kurt Carpenter quien solamente necesitaba ayuda con unas estrategias de entrenamiento pero decidió que tú serias la solución a los problemas de programación. - Después de mi resumen de toda esta platica, Leonardo asintió un par de veces. - Okay y… ¿Qué tiene que ver con el incendio?
- Bueno, tu estas al tanto de quien tiene la información tiene el poder ¿Cierto? - Asentí. - Y que no siempre ese poder se usa para el bien. - Asentí nuevamente. - Y también que ese “mal” haría cualquier cosa para conseguir la información. - Otro asentimiento para que después me iluminara el punto al que él quería llegar.
- Los criminales también buscaban esa información. - Murmure horrorizada.
- No todos los criminales, solo aquellos que estaban dentro de la Mafia Kingpin. - Ese nombre vagaba alrededor de mi cabeza, me sonaba bastante familiar. - De Sonny Gibson.
- ¿Sonny Gibson? ¿ÉL Sonny Gibson que quedo ciego después de haber sido golpeado repetidas veces? - Leonardo me lanzo otra mirada incrédula haciendo que me hundiera de hombros. - ¿Qué puedo decir? Me gusta estar informada.
- Me puedo dar cuenta de eso.
- ¿Qué tiene que ver el con esto? Se había retirado después de eso.
- Él se retiró, pero no su hijo ni su nieto. Ambos avariciosos y deseosos de información y poder.
- ¿Quiénes son?
- El padre es Maxwell Gibson. - La familiaridad de ese nombre me provoco escalofríos.
- ¿Y el hijo?
- Esto no te va a gustar. - Dijo con un semblante lleno de sumisión, no quería decirme pero lo empuje a hacerlo con una mirada insistente. - Dylan Gibson, ÉL Dylan Gibson con el que tú estuviste saliendo.

lunes, 18 de marzo de 2013

43. Might as well jump!


El viaje de camino a casa duro más o menos unos cuarenta y cinco minutos que transcurrieron en un silencio extraño. Sam seguramente noto que me sentía cansada pues las pocas preguntas que me hizo las respondí con palabras de una o dos sílabas. Llegamos al conocido edificio donde se encontraba nuestro departamento y Sam fue quien pago pues a estas alturas yo no traía nada de efectivo o, por lo menos, no libras. Bajamos mi equipaje y nos dirigimos al lobby donde saludamos a Bobby.
- ¡Zoé! - Exclamo entusiasmado rodeando el pequeño vestíbulo para darme un abrazo. - Muchos meses sin verte.
- Hola, Bobby. - Le di una palmadita en la espalda un poco incómoda por su muestra de afecto, él jamás había hecho algo así. Me soltó y saludo cortésmente a Sam con un gesto de la mano. Regreso detrás del vestíbulo y saco unas llaves de un cajón.
- Toma Sam, la copia que me pediste. - Sam tomo las llaves y me devolvió las originales, sonreí por primera vez desde que dejamos el aeropuerto feliz porque esto estaba sucediendo. Nos despedimos de Bob y entramos al elevador presionando el botón del décimo piso.
- ¿Te gusta? - Pregunte con una sonrisita que ella no regreso pues su semblante se tornó nervioso.
- N… No. Él no me gusta. - Dijo con tartamudeos torpes.
- No me refería a alguien específico. - Enarque una ceja en su dirección y sus mejillas se ruborizaron.
- Entonces ¿De qué hablabas?
- Del departamento, Londres. - Le lance una mirada acusadora. - ¿De quién hablabas tú? - No necesitaba realmente una respuesta.
- De nadie. - Dirigió su mirada al suelo cuando sólo faltaban dos pisos para llegar y yo solté una risita tonta.
- Oh, claro que te referías a alguien cuyo nombre empieza con “D” y termina con “aniel”. - Llegamos por fin a nuestro pisó y cruzamos el pasillo hasta llegar a la puerta de nuestro departamento. Metí la llave en el cerrojo y cuando por fin quite el sufro y abrí la puerta, me sorprendí por el delicioso olor de comida casera que inundaba el lugar.
- Prepare la cena antes de que llegara tu vuelo, espero te guste. - Me dio un leve apretón en el hombro para después entrar al departamento y dirigirse directamente a la cocina donde se colocó unos guantes y saco algo del horno, algo que reconocí como Roast Beef.
- ¿Tú preparaste eso? - Pregunte estupefacta mientras cerraba la puerta a mis espaldas y dejaba mis maletas a un lado.
- Sip, hay buenos programas de cocina en BBC o CBS. - Se hundió de hombros casualmente mientras yo me recargaba en la mesada de la cocina.
- Te has adaptado muy bien y rápido. - Sonreí con suficiencia, Sam saco dos copas de la alacena y después un vino tinto del refrigerador que sirvió en ambas copas, me dio una y me deleite con el dulce y amargo olor. - ¿Cuándo llegaste? - Sam tomo un sorbo y observo el reloj en la pared.
- Justamente... - Espero unos cuantos segundos para volver a hablar. - Hace una semana.
- ¿Qué te parece el departamento?
- Es maravillo, aparte tiene una vista hermosa. - Eso debía reconocerlo. Teníamos la vista completa de la ciudad y un poco a la distancia se podía observar el Big Ben y más allá el London Eye y los atardeceres eran simplemente maravillosos.
- ¿Te apetece cenar?
- Nada me gustaría más en estos momentos.
- Ohh... - Dijo con un poco de burla en la voz. - Yo sé quién te gustaría más en estos momentos. - Reímos unos cuantos segundos mientras caminábamos a la mesa del comedor que estaba ya puesta para nuestra cena, esta era la segunda vez que usaba ese comedor. La primera había sido en Nochebuena con los chicos.
Tome asiento en uno de los dos lugares dispuestos y Sam coloco un plato lleno de pasta frente a mí. Disfrute su olor tan familiar.
- Como los viejos tiempos. - Murmure y después fije mi vista en el platillo. Era un espagueti en salsa de tomate con champiñones, queso y crema adornando la parte superior junto una hoja de olor que reconocí como albahaca. Antes de poder hundir mi tenedor en el platillo, Sam levanto su copa enfrente de mí.
- Por una nueva vida.
- Corregiré eso. - Dije antes de chocar nuestras copas. - Por un nuevo comienzo. - Nuestras copas tintinearon al tener contacto entre ellas y tomamos un sorbo antes de engullir la pasta, que por cierto estaba deliciosa.
La segunda ronda constó del delicioso Roast Beef acompañado de arroz blanco con granos de elote y una ensalada de lechuga con tomate y zanahorias, la ensalada tenía un aderezo de miel que contrastaba de manera deliciosa con el resto del platillo.
- ¿Cómo van los vídeos? - Pregunto Sam una vez que habíamos comido, devorado la cena. Ahora estábamos sentadas en la sala de estar, ambas estábamos descalzas y teníamos los pies sobre el sofá en el que nos encontrábamos. Comíamos helado de unos pequeños botes que eran individuales, yo de chocolate y Sam de cookies and cream, ella no era realmente aficionada del helado de chocolate.
- Quiero terminarlos antes del lunes. - Me hundí de hombros restándole importancia aunque sabía perfectamente que no era así.
- ¿Te falta mucho?
- No realmente. Ya están editados los de «McFly On The Wall» según el guion que me enviaron Dean y David. Ya está listo el documental de Sudamérica, la mitad del de Norteamérica y solamente me falta el de Tokio.
- Lo terminarás antes, no te falta mucho.
- No contaría con eso. - Hundí mi cuchara en el helado y saque una porción que sobrepasaba el tamaño de la cuchara pero no importo, lo lamí como si fuera una paleta y fue mi turno de preguntar a Sam.
- ¿Y bien? - Enarque una ceja acusadora.
- ¿Qué? - Sam detuvo en seco la cuchara que iba a medio camino de su boca.
- ¿Cuándo tendrás esa cita con Danny? - Enarque en esta ocasión ambas cejas más de una vez mientras se dibujaba en mi rostro una sonrisa picarona.
- Cállate, Zoé. - Dijo al final y me lanzo un cojín al rostro, solo para esconder el rubor de sus mejillas. Le regrese el cojín y deje mí helado en la mesita que estaba enfrente de nosotras. Mi copa de vino se encontraba llena por segunda vez y di un sorbo antes de seguir hablando.
- Oh, vamos. Tuvieron que hablar de algo mientras Dougie y yo no estábamos.
- Hablamos de cosas. - Se hundió de hombros, justo como yo había hecho hace unos minutos.
- ¿De qué hablaron?
- De cosas.
- ¿Qué cosas?
- Más que nada del tour.
- Y...
- De que quiere invitarme a salir. - A estas alturas, Sam tenía el rostro escondido entre sus manos y yo me había levantado sobre el sillón a dar unos brinquitos tontos a su alrededor canturreando agudamente y varias veces "Lo sabía".
- ¡Basta! - Me tomo del tobillo haciendo que tropezará y cayera de espaldas sobre el sofá, mi reacción fue un ataque de risa. - No es un gran asunto. - De alguna forma u otra, logre incorporarme para quedar sentada.
- Oh, claro que es un gran asunto. - Sam torció los ojos. - ¡No me tuerzas los ojos! - Imite el tono de voz que alguna vez mi madre o la suya nos hacían cuando torcíamos los ojos. Ambas nos sonreímos de manera cómplice por unos cuantos segundos. Me acomode nuevamente en el sillón dejando mis piernas cruzadas al estilo indio enfrente de mí. - Pero enserio, Sam. Tú le gustas a Danny. - Ella volteo a verme con la estupefacción pintada en los ojos.
- No puede ser posible, es decir, soy yo. - Se señaló así misma y ahora le puse yo los ojos en blanco.
- Oh, pequeña inocente. - Acaricie su cabello un par de veces y recordé la forma en la que Danny estaba al pendiente de ella todo el tiempo cuando estuvimos en México. - Le gustas. - Dije con toda la seguridad del mundo, aparte de que él me lo había dicho el día siguiente a mi cumpleaños en la playa, cuando Sam y Dougie entraron a la casa a arreglar el balón.
- No te creo. - Murmuro y sonreí burdamente.
- En ese caso, te darás cuenta muy pronto. - Le di unas palmadas en el hombro. Y perdí mi vista en algún punto fuera de la ventana hasta que Sam atrajo nuevamente mi atención.
- Y... ¿Cómo van las cosas con Doug? - Pregunto con la más pura de las curiosidades.
- Supongo que bien. - Dije intentando no sonar muy entusiasmada pero la sonrisa que se dibujó en mi rostro me delato completamente.
- ¿Sólo eso?
- Es complicado.
- ¿Por qué?
- Porque no hemos tenido mucho tiempo a solas como para disfrutar esto del todo. - Tome el dije del collar que él me dio entre una de mis manos. - Estamos a una semana de cumplir dos meses como "pareja oficial" y lo único que se siente diferente es que ahora nos tomamos de las manos o besarnos sin ninguna clase de restricción a excepción de ser descubiertos por los chicos.
- ¿Alguien ya los descubrió?
- Sólo Harry.
- ¿Enserio? - Asentí en respuesta y me sumergí en contarle como Harry nos había descubierto.

FLASHBACK
Era sábado por la noche, muy tarde a decir verdad pues era la una y media de la madrugada, pero eso no importaba. Hoy era seis de julio, hace un mes Dougie me había pedido que fuera su novia y él planeaba celebrarlo de una u otra manera pero esto tenía que ser en un horario donde supiéramos que los chicos estaban dormidos.
Recibí un mensaje en mi celular hace un par de horas que me indicaba que me arreglara para esta noche. Nos encontrábamos en Estados Unidos, específicamente North Carolina donde no había presentaciones de los chicos, era más una parada de descanso de un par de días antes de llegar a Nueva York.
Al no saber que esperar, me vestí con unos jeans pitillo que tenían varias partes rasgadas por todo el largo de ambas piernas y eran negros. Unas botas que me llegaban justo debajo de la rodilla y tenían un tacón medio-alto. Un tank-top mitad blanco y mitad negro teniendo en la división una franja de encaje negro, encima una simple chaqueta de cuero negro. Mis ojos iban con delineador en ambos párpados, sombra negra y máscara del mismo color. Deje mi cabello suelto y me sobresalte cuando mi celular vibro en mi bolsillo, era una llamada de él pero el corto antes de que pudiera contestar. Me quede un tanto extrañada por eso pero no pude enfocarme mucho en aquello, tenía que cepillarme los dientes. Al terminar, guarde en el bolsillo de mi pantalón algo de dinero y mi celular. Revise la cajetilla de cigarros que tenía sobre la cama y note que sólo había uno así que no valía la pena por lo que deje la cajetilla en el mismo lugar. Unos cuantos minutos después unos nudillos chocaron contra mi puerta. Me di un último vistazo en el espejo antes de abrir y me sorprendí al encontrar a Dougie recargado en la pared.
- ¿Qué fue eso? - Pregunte con una pequeña sonrisita refiriéndome a lo de la llamada.
- Te iba a llamar desde el lobby para decirte que te estaba esperando pero, no sé... - Se hundió de hombros casualmente. - Siento que no puedo hacer eso contigo así que lo hago al modo antiguo.
- Al estilo de la vieja escuela ¿huh? - Le sonreí tiernamente para después cerrar mi habitación y guardar la llave.
- Si, definitivamente lo vales. - Envolvió mis hombros con su brazo derecho y beso mi sien izquierda, yo entrelace mi mano derecha con la suya y caminamos así por todo el tramo hasta la salida.
- ¿A dónde me llevarás? - Pregunte cuando estábamos ya en la calle.
- Ya verás. - Me dijo con una sonrisa que no pude descifrar. Caminamos una cuadra nos detuvimos repentinamente. - Aquí es. - Observe la puerta que señalo Doug, era un pequeño club nocturno pero diferente al resto por el simple hecho de que no había música electrónica resonando a través del sistema de audio, era Bon Jovi quien sonaba con "Lost Highway".
- Lindo. - Dije con un asentimiento y una media sonrisa.
- ¿Entramos? - Volteo a verme y yo hice lo mismo.
- Estaba a punto de preguntar lo mismo. - Al pasar por la puerta, tuvimos que pagar por nuestras entradas que constaron de dos brazaletes de un color naranja chillón con el nombre "Saved Music" en él.
Caminamos alrededor buscando una mesa donde sentarnos mientras yo cantaba acorde la canción.
- Hey hey! I finally found my way, say goodbye to yesterday. - Dougie de unió a mí y canturreamos el coro juntos hasta que por fin encontramos una mesa disponible. Una señorita se acercó a nuestra mesa y nos preguntó por nuestra orden. Yo no me encontraba con ganas de tomar ni comer en esos momentos así que sólo negué con mi cabeza mientras Dougie pedía una cerveza. Me perdí viendo la pequeña pista de baile descubriendo un escenario al final donde había una banda tocando la canción que hace unos segundos estaba cantando, creí que era una pista y no una banda quien tocaba.
- Buena elección, Poynter. - Le dije un halago justo en el momento en que comenzaban a tocar "Boulevard of Broken Dreams" de Green Day.
- Todo para complacerla. - Beso mi mejilla y enrosco un brazo en mi cintura atrayéndome más hacia él y susurrar en mi oído. - Sabía que te gustaría. - Le sonreí ampliamente para después acariciar su cabello levemente y gesticular un "gracias". La señorita le trajo su cerveza y note la coqueta forma en que movía sus pestañas en dirección a mi novio quien la ignoro completamente pues perdió su vista en el escenario. La señorita se marchó un tanto frustrada pero no sin antes lanzarme un último vistazo.
- ¿Cómo encontraste este lugar? - Pregunte muy cerca de su oído para que me pudiera escuchar. Él se volteó y le dio un sorbo a su cerveza, después se acercó mucho a mí y quedamos a sólo milímetros pero esto era sólo para que pudiera escuchar su explicación.
- Esta mañana salí a comprar un café en el Starbucks que está a la vuelta y me dio curiosidad el nombre, entre y pregunte acerca del lugar, entonces supe que te gustaría. - Movió una de sus manos a mi mejilla, donde se había quedado un mechón rebelde de cabello, y lo acomodo detrás de mí oreja. Su mirada se fijó en mis ojos y, eventualmente, sus labios acariciaron los míos quedándonos así por unos minutos hasta que una familiar melodía sonó seguido de un "I get up... And nothin' gets me down!". Sonreí contra sus labios para después separarme de él.
- ¡Amo esa canción! - Dije con la emoción a flor de piel. - ¡Bailemos! - Tome su mano y lo lleve a la pista de baile donde se había juntado aún más gente de la que había en un principio. Todos ahí, o la mayoría, éramos almas de los ochenta encerradas en cuerpos del nuevo milenio. Estaba cantando mientras Dougie y yo bailábamos sin ritmo aparente.
- I ain't the worst that you've seen. - Murmuro Dougie a pocos centímetros de mi rostro con una sonrisa pícara que me hizo soltar una risotada boba. - Ah, can't you see what I mean? - En la siguiente parte, que era el coro, todos brincábamos como David Lee Roth cuando decían "Jump", o eso intentábamos pues el espacio era reducido y aparte éramos un océano de gente disfrutando de la misma canción, canción que marco más de una generación.
La noche se resumió a eso: buena música, uno que otro baile, mucha plática y un par de besos hasta que nos dieron las cuatro y cuarto decidiendo que era momento de regresar al hotel.
Cuando llegamos al pasillo donde se encontraba nuestras habitaciones nos sorprendimos al encontrar a Harry recargado casualmente contra la puerta de la habitación de Doug. Él y yo nos soltamos inmediatamente de las manos pero la mirada que nos lanzamos entre nosotros y que Harry nos lanzó también nos dijo que era demasiado tarde, ya lo había descubierto.
- Buenas noches, tortolitos o ¿Debería decir "buenos días"? - Como si hubiera estado ensayado, Dougie y yo bajamos la mirada al suelo al mismo tiempo. - ¿Cuándo planeaba decirnos?
- ¿Eres el único que sabe? - Pregunte consternada.
Por favor, que no les haya dicho.
- Si, hasta ahora. - Harry enarco una ceja juguetona, cambio de posición cruzando sus brazos sobre el pecho y enfrentándonos.
- ¿Qué es lo que quieres? - Pregunto sabiendo que guardaría silencio si le dábamos algo a cambio.
- Detalles, eso es todo lo que busco. - Dougie volteo a verme y yo sólo me hundí de hombros.
- Ya lo sabe ¿Por qué no contarle como paso? - Ambos chicos asintieron, Harry con un semblante alegre y Doug con uno apenado. - Pero debes prometer no decirle a nadie a menos que ellos se enteren por su cuenta ¿Entendido? - Señale a Harry con el dedo índice de manera amenazante y el sólo profirió un bajo "si" seguido una serie de asentimientos rápidos y nerviosos. - Bien.
END OF FLASHBACK

- Que forma más boba de darse cuenta, creí que había sido toda una historia. - Dijo Sam cuando le termine de contara
- ¿No te pareció una?
- La parte del club y eso es linda, fue todo un detalle de su parte. - Sonreí ante el simple recuerdo.
- Si, lo fue.
- Oh, Zoé. - Dijo con cierta tristeza en su voz. - Se ven tan enamorados el uno del otro. - Le agradecí con un leve asentimiento.
- ¿Qué es lo que te asusta, Sam? - Pregunte y note que la atrape con la guardia baja.
- ¿De qué hablas?
- De que tú le gustas a Danny ¿Qué es a lo que le temes?
- No sé. - Su mirada se clavó en el suelo y nos quedamos en silencio unos cuantos minutos.
- Ya se lo que necesitamos, Sam. - Chasque mis dedos en el aire después de que aquella idea se plantará en mi cabeza.
- ¿Qué? - Sus ojos denotaban temor y curiosidad.
- Si vamos a tener un nuevo comienzo ¿Por qué no tener una nueva apariencia?
- ¿Cirugía plástica? - Le lance un cojín y reí ante su respuesta.
- ¡No! - Me puse de pie de un sólo brinco poniéndome las zapatillas deportivas sin preocuparme en amarrar los cordones. - Anda, vamos.
- ¿A dónde?
- Sólo vamos, anda.
- ¿No estas cansada?
- No después de esta plática ¡vamos! - Insistí al ver que no se movía del asiento.
- Tengo miedo.
- Entenderás una vez que estemos ahí. - Coloque ambas manos en mis caderas y le lance una mirada impaciente, ella solamente asintió una vez y levanto sus manos en señal de rendición o paz. En lo que ella se colocaba los zapatos, yo busque las llaves de mi auto en el cajón de mi oficina donde las había guardado. De mí bolso tome sólo lo indispensable: cartera, celular y llaves.
- ¿Lista?
- No sé para qué, pero supongo que sí. - Reí y salimos del departamento.
Cuando llegamos al estacionamiento y busque mi auto. Una vez que lo encontramos, nos montamos en el e introduje la llave en el contacto pero cuando la gire para encenderlo no hizo nada, ni un sólo sonido.
- Maldición. - Golpee el volante con el talón de mi mano y deje caer mi peso sobre el asiento. - Tendremos que pedir un taxi.
Regresamos al lobby.
- Bobby, tengo un problema con mi auto.
- ¿Qué le sucede?
- No enciende, ni siquiera hace un ruido. Sospecho que es la batería pero no estoy segura ¿Podrías enviarlo al taller mañana?
- Por supuesto.
- Gracias. - Le dedique una sonrisa y le entregue las llaves. Después salimos del edificio y pedimos un taxi. - A St. James Beauty Salon en la esquina de Strutton Ground y Great Peter St. Por favor. - Le indique al conductor quien asintió con una amable sonrisa.
- ¿A dónde iremos? - Pregunto Sam al no haber oído la dirección que le di al conductor.
- Ya verás.
- Ugh, se te pegan las mañas de Poynter. - Ella torció los ojos mientras yo reía por lo bajo.
Después de unos diez minutos, llegamos al pequeño salón. Le pague al señor del taxi y le agradecí.
- ¿Un salón de belleza? - Asentí. - ¿Cómo lo conoces?
- Vicky me lo recomendó una vez hace un par de veces. - La mirada que me lanzo denotaba intriga en ella. - Si, Vicky la hermana de Danny.
- Oh. - Movió su cabeza incómodamente. - Y ¿Qué hacemos aquí?
- Bueno... - Me encogí de hombros. - Cambiaremos nuestra apariencia o, al menos, yo lo haré. Vamos. - La tome de la muñeca y la arrastre al interior del lugar pero a sólo unos pasos de tocar la puerta, ella me detuvo.
- Espera ¿Cortaras tu cabello? - Asentí. - Lo has dejado crecer por años y siempre lo quisiste así de largo.
- Es sólo cabello, volverá a crecer.
- Pero...
- Sam, algo que he aprendido es a no aferrarme a las cosas, con el tiempo se irán o romperán así que ¿Que importa si le quito unos cuantos centímetros? - Sam soltó mi brazo y note una mirada de lástima dirigida hacia mí. - Bien podría raparme un lado de la cabeza. - Su semblante cambio a uno atemorizado y negó varias veces con la cabeza.
- Ugh, no. - Reí por la cara que había puesto. - Está bien, yo también lo haré.
- ¿Raparte un lado de la cabeza?
- Oh, no. Cambiare mi apariencia. - Con esa simple afirmación, ambas entramos al lugar y fuimos recibidas por un hombre de apariencia y actitud afeminada.
- Buenas tardes, queridas. - Nos saludó de esta forma que nos causó un tanto de risa. - ¿En qué puedo ayudarlas hoy?
- Bueno… buscamos cambiar nuestra apariencia.
- Oh, pasen por favor. Nos encargaremos de eso de inmediato. - Nos guiño un ojo a ambas para que después él me tomara de la muñeca y una señorita hizo lo mismo con Sam quien tenía el semblante lleno de preocupación así que solo le gesticule “ellos saben lo que hacen” sin estar muy segura de mis propias palabras.

(* * *)

Por fin había llegado el sábado. Apenas eran las diez y media de la mañana y a medio día teníamos que estar en casa de Tom. Salí de mi habitación usando solo mi pijama, me dirigí a la cocina y me puse a preparar un café para mí y un té para Sam quien también salía de su habitación.
- Buenos días. - Saludo en medio de un bostezo.
- Hola. - Le tendí la taza con el té que había preparado agradeciéndome con un asentimiento leve.
- Todavía no me acostumbro a esto. - Sam señalo su cabello.
- Se ve bien. - Sam se habida cortado el cabello a la altura de los hombros, su flequillo estaba más largo así que decidió dejar su frente despejada. Se lo tiño de color rubio con algunas luces castaño claro, se veía maravilloso.
Di un sorbo de mi café y observe mi nuevo reflejo en el gran ventanal. Mi cabello estaba cortado casi a la altura de mis hombros, la diferencia del de Sam era que el mío estaba como tres dedos debajo de mis hombros y ahora tenía varias capas que hacían que las ondas naturales que tenía lo alborotaran más, algo que me había fascinado. Estaba teñido completamente de negro y el flequillo seguía igual. Mi cabello, ahora negro, hacia un contraste un tanto gótico con la tez de mi piel que era pálida, un poco de labial rojo y podría hacerme pasar como una chica gótica o incluso una vampiresa.
- ¿Terminaste ya los videos? - Pregunto repentinamente Sam.
- Sip, ayer por la noche los termine todos. Oh, y por cierto… - Dije con un tono de voz acusador. - Gracias por lo que hiciste con mi armario.
- Que bueno que te gusto.
- ¿Por qué tanta ropa “formal”? - Marque las comillas con mi mano libre.
- Bueno, según lo que me dijiste de que tenías una reunión con Charles se me ocurrió que no te haría daño verte un poco más formal ese día.
- No lo había pensado así, gracias - Esta vez lo dije con toda la sinceridad posible.
Para desayunar algo sencillo, corte unas cuantas manzanas y mangos para servirlos después en un par de platos. Tome del refrigerador un poco de ensalada de frutas que había sobrado el día de ayer y la serví en raciones iguales con un poco de yogurt. Le tendí su plato a Sam y yo comencé a comer mi ración.
- El lunes comenzare a buscar trabajo. - Dijo Sam entre bocado y bocado.
- ¿Cómo psicóloga?
- No creo que esa sea realmente mi profesión. - Se hundió de hombros y perdió su vista en algún punto fuera de la ventana. - Tal vez en un restaurante o cafetería.
- Eres buena cocinando. - Agregue. - Ya que lo mencionas, hay una pequeña cafetería de estilo vintage a unas cuantas calles del edificio donde yo trabajo, tal vez puedan contratarte ahí.
- Daré un vistazo el lunes. Gracias. - Terminamos de digerir nuestro desayuno y ambas concordamos con que era de hora de arreglarnos para ir a casa de Tom. Cada una fue a su habitación y al cabo de media hora yo ya estaba lista. El clima se veía agradable y con atisbos de que no haría tanto frio así que opte por usar unos shorts de mezclilla deshilachado encima de unas medias negras. En la parte superior me puse una blusa o túnica holgada blanca de algodón con manga a tres cuartos y escote en forma de “v” con tres botones justo terminando el escote. Use unas botas de estilo combate militar negras y una bufanda que enrosque en forma de círculo alrededor de mi cuello. Mis accesorios constaron de un anillo de ónix negro en la mano derecha, dedo medio y un reloj junto con dos brazaletes negros en el brazo izquierdo. Mi maquillaje fue el usual: Delineador, sombra y mascará de color negro. Cabello suelto y por último, aquel collar que me había regalado él. Opte por no llevar un bolso así que solo cogí mi cartera, cigarrillos y celular del bolso guardándolos en uno de los bolsillos de mis shorts. Tome mis lentes Ray-Ban de la mesita de noche colocándomelos mientras salía de la habitación hacia la sala a esperar a Sam quien todavía no salía de su habitación.
Me tire en el sofá revisando unas cuantas cosas en mi celular hasta que Sam salió de su habitación directamente a la cocina. Se vistió con un sencillo vestido blanco a la rodilla con un cárdigan color coñac cobre sus hombros, sus flats eran del mismo tono y el único accesorio que uso era un delicado cinturón que rodeaba su cintura uno o dos tonos más claro que el cárdigan. Casi no uso maquillaje a excepción de la mascará y un poco de brillo labial transparente, su cabello estaba arreglado cuidadosamente en ondas californianas. Envidiaba la forma en la que ella podía vestirse de cualquier forma y verse como la chica más femenina del mundo.
- ¿Ya nos vamos? - Pregunto ella una vez que saco del refrigerador el postre que había preparado la noche anterior para llevarlo a la casa de Tom, era un pie de limón helado, una de sus muchas especialidades. Observe el reloj de mi muñeca indicando que faltaban unos cuantos minutos para medio día. Me puse de pie y asentí en su dirección y después hacia la puerta colocándome nuevamente los lentes. Salí del departamento seguida de Sam quien se encargó de cerrar la puerta con seguro.
Cuando llegamos a la salida del edificio, tuvimos la suerte de encontrar un taxi casi de inmediato, le dimos solamente la dirección de la calle donde vivía Tom y nos dejó una cuadra más allá de la casa. Caminamos platicando de los planes que teníamos para mañana pero omití un gran e importante detalle de algo que tenía que hacer hoy.
Al cabo de menos de cinco minutos ya nos encontrábamos en el pórtico de la casa de Tom tocando el timbre.

Dougie’s POV

Nos encontrábamos ya casi todos sentados en la sala de estar de Tom, se habían unido a nosotros Vicky, el hermano de Giovanna: Mario y su novia Lucy, solamente faltaban Zoé y Sam pero no dudaba que llegaran en unos cuantos minutos. Ayude a Giovanna en la cocina lavando algunos platos y sacando unos cuantos vasos para servir el clericot que había preparado.
- ¿Qué está pasando, Dougie? - Me lanzo una mirada intrigada justo en el momento en que puse el último vaso sobre la mesada.
- No sé de qué hablas. - Respondí fingiendo inocencia.
- Has estado mucho más sonriente desde que regresaron del tour. - Se quedó en silencio al igual que yo. - Me pregunto si… tendrá algo que ver con Zoé. - No pude esconder la sonrisa que se formaba en mi labios por la sola mención de su nombre, eso me delato.
- No es mi asunto contar lo que pase o no entre ella y yo. - Fue lo único que dije y justo antes de que Giovanna pudiera decir algo, sonó el timbre indicando que alguien había llegado. - Yo iré. - Me ofrecí al tener cierta idea de quien podría ser. Cuando pase por la sala de estar note la intención de Tom de ponerse de pie pero lo detuve. - Yo abro. - Él asintió un tanto extrañado pero no tuvo algún problema. Camine hacia la puerta y sin asomarme a la mirilla la abrí sorprendiéndome con lo que encontré.
Eran Sam y Zoé pero con el cabello diferente.
Diferente en un buen sentido.
Ambas se veían radiantes.
Ella se veía…
- Wow. - Exclame al no saber que más decir. - Se ven muy bien. - Sam me dedico una leve sonrisa y asentimiento en forma de agradecimiento, ella me quito el aliento con la brillante sonrisa que se formó en sus labios. - Uh, pasen. - Sam entro antes que Zoé quien me saludo con un dulce beso en los labios, algo que me sorprendió a mí y a quien asomo su cabeza desde la sala de estar para averiguar la identidad de nuestros visitantes, ese alguien era Tom. Zoé solo sonrío y escondió su rostro en mi pecho. Cerré la puerta a mis espaldas y rodee la cintura de Zoé con un brazo, Tom solo nos veía anonadados y por fin ella decidió enderezarse y enfrentar a Tom.
- Uhm… Oficialmente, Doug y yo estamos saliendo. - Dio con las mejillas completamente ruborizadas, rubor que se intensifico cuando todos los que estaban en la sala salieron y nos vieron con los semblantes más extraños pero sonrientes de este planeta.
- ¡Por fin! - Grito Danny levantando un puño en señal de victoria haciendo que todos soltáramos unas risas. Giovanna, Izzy y Carrie se acercaron a Zoé para felicitarla y saludarla con un abrazo mientras Danny y Tom venían a mí con unas sonrisas amplias y brillantes mientras Vicky, Mario y Lucy se quedaron un tanto auxiliados al no saber por qué tanto festejo por nuestra relación.
- Oh, vamos. - Comenzó a hablar Zoé. - No es como si anunciáramos que vamos a casarnos.
- No por ahora. - Respondí con una mueca juguetona que ella contestó con un leve golpe en el hombro y el resto solo rio de manera incomoda.
- ¿Quién es ella? - Pregunto Giovanna señalando a Sam.
- Oh, ella es Sam… - Ella se acercó a nosotros con una sonrisita nerviosa. - Sam, te presento a Giovanna, Izzy, Carrie y Vicky. Chicas, ella es mi mejor amiga Sam. - Se estrecharon las manos y Sam le entrego a Giovanna lo que tenía en las manos.
- Es un pie de limón, espero les agrade.
- Lo guardare en el refrigerador pero no puedo esperar por probarlo. - Giovanna le lanzo un guiño y después se dirigió nuevamente a la cocina.
- Ustedes no pierden el tiempo. - El tono de voz de Tom era bromista.
- Oh, no. Por supuesto que no. - Acordó Harry con un poco de ironía ganándose una mirada asesina de Zoé.
- ¿Desde cuándo están saliendo ustedes dos? - Pregunto Danny al no captar mucho a que se refería Harry con ese tono.
- Uhm… Desde México. - La respuesta de Zoé sonó mas como pregunta y todos a nuestro alrededor, o aquellos que entendían todo el drama detrás de nuestra relación, abrieron los ojos como platos y sonrieron.
- Definitivamente, mandaste al demonio el asunto de las fotos. - Dijo Tom con orgullo, Zoé se hundió de hombros para después responder.
- ¿Qué puedo decir? Alguien me aconsejo que hiciera eso. - Después de eso, varios regresaron a la sala a excepción de Mario y Lucy.
- Mario, Lucy, quisiera presentarles a mi novia. - Estaba orgulloso de poder presentarla finalmente así, sin reservas y sin la necesidad de esconderlo, no más.
- Es todo un placer, mi nombre es Mario Falcone y ella es Lucy Mecklenburgh. - Ambos estiraron sus manos hacia Zoé y ella las apretujo con un semblante extrañado por el apellido de Lucy.
- Solo Lucy. - Dijo ella cuando estrecharon manos.
- Zoé Miller, el placer es mío.
- Son el hermano y la cuñada de Giovanna. - Le explique cuando fuimos caminando hacia la sala de estar, ella solo asintió. - ¿Cómo te sientes?
- A decir verdad, bien. Como si hubiera un peso menos sobre mis hombros. - Entendí de inmediato a que se refería pues yo me sentía de la misma manera. Bese su sien justo cuando ella entrelazo su mano con la mía.
Cuando entramos a la sala de estar tomamos asiento en el único sofá disponible pero era individual.
- Tendrás que sentarte en mis piernas. - Le susurre al oído haciendo que ella me diera una palmadita en el pecho.
- Tendrás que sentarte en el suelo. - Le hice un puchero bastante notable y pude sentir más de una mirada observar nuestra pequeña conversación.
- Está bien, está bien. - Respondió después de unos cuantos segundos poniendo sus ojos en blanco. Le sonreí para después besar su mejilla y tomar asiento en el sillón pero me acomode de forma que lo único que estuviera sobre mi fueran las piernas de Zoé sobre las mías. Cuando ella se acomodó, rodea si cintura con mi brazo derecho y su mano se entrelazo con la mía.
Giovanna entro a la sala con una jarra llena de clericot y Sam venía detrás de ella con una bandeja llena de vasos. Entre ellas dos llenaron y distribuyeron los vasos entre nosotros.
- Está delicioso. - Dijo alguien en algún punto de la habitación y todos asentimos dándole la razón a ese alguien.

Zoé’s POV

­Pasaron unas cuantas horas, podía decir con seguridad que mínimo habían sido cuatro. Habíamos platicado de algunas que cosas que pasaron en el tour y una que otra broma que los chicos se gastaron entre ellos y que yo le gaste a Tom en alguna ocasión. Comimos el pie que Sam había preparado y todos la elogiaron por el delicioso sabor que tenía. Observe el reloj en mi muñeca, todavía estaba acomodada en el mismo sofá que Dougie solo que habíamos cambiado de posición.
- Dougie. - Susurre para poder llamar su atención que logre de inmediato.
- ¿Qué pasa?
- Tengo que ir al aeropuerto. - Él asintió entendiendo por qué tenía que ir a aquel lugar.
- ¿Por qué tienes que ir al aeropuerto? - Pregunto Daniel, parece que no susurre lo suficientemente bajo. - ¿Irás a algún lado?
- Nope.
- ¿Entonces?
- Recogeré a alguien.
- ¿A quién? - Esta vez fue Sam quien pregunto. Inhale profundamente notando el nudo que se había formado en mi garganta. Doug apretó mi muñeca dándome el aliento y apoyo que tanto necesitaba.
- A mi hermano.










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Chaaaaaaaaaaaaaaaaan. ¿Qué pasará ahora? x) Descúbranlo en la próxima emisión (?) Okay, no. 
Uhmmm... Espero les haya gustado a las pocas que sigan leyendo y enserio les agradezco que lo sigan haciendo y a aquellas que dejan comentarios hermosos ¡Gracias! Intentare subir mas seguido, últimamente ando inspirada así que eso es una buena señal y, a parte, en una semana salgo de vacaciones lo que significa mas tiempo para escribir.
Nuevamente ¡Gracias por leer!
Atte: Zoé <3